Referencia:
Bautista Pérez, Judith, “Consecuencias del racismo. La experiencia de la mujer indígena en su desarrollo profesional y académico”, ponencia para el 1er Encuentro de Ex Becarios del IFP-México “Género, educación y comunicación entre los pueblos indios de México: viejos probemas, nuevas miradas”, mesa: Género, leída el 7 de noviembre de 2007, Ciudad de México. (Página del 1er Encuentro: http://ford.ciesas.edu.mx/1er_encuentro.htm) Descarga de la ponencia en PDF: http://sdrv.ms/11WEuQi
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Ponencia
para el 1er. Encuentro de Ex Becarios del IFP-México.
Viernes
09 de noviembre de 2007
Ponente:
Judith Bautista Pérez
Tema: Consecuencias del racismo. La experiencia de la mujer indígena
en su desarrollo profesional y académico.
El
racismo puede manejarse por debajo (y no tan debajo); puede cambiar sus
premisas (e.g. de determinantes biológicas a otras determinantes, visiblemente
más plausibles) sin que el cambio
ideológico (yo diría estructural) afecte sustancialmente su práctica
diaria”.1
1.
En realidad siempre he sido tímida. Me ha dado mucho miedo desenvolverme y
mostrarme ante los demás, sobre todo en el medio académico. He escuchado burlas
detrás de mí o cometarios y actitudes (generalmente sutiles) que dejan entrever
discriminación y exclusión en un intento por despojarme de mi capacidad
intelectual, física, emocional y creativa.
Recuerdo
muchos sucesos en los cuales sentí ser tratada diferente; sin embargo, no tenía
consciencia que se trataba de racismo. De algunos sucesos ya hace tiempo, otros
siguen siendo parte de mi cotidianidad (con esto quiero decir que también hago
mías las experiencias de otras hermanas que son excluidas y discriminadas por
pertenecer a un determinado grupo étnico y por tener rasgos o un color de piel
distinto al “racialmente” categorizado como blanco), ahora que estoy sentada
dispuesta a hablar de ello, siento un inevitable malestar al respecto, aunque
sé, que es necesario nombrar en voz alta de los mecanismos que son elaborados y
reproducidos para perpetuar la dominación de grupos humanos sobre otros, tal es
el caso del racismo hacia las mujeres indígenas.
Mi
acceso a la educación como para muchos de los que estamos aquí no fue fácil,
respecto a la enseñanza superior la experiencia fue especialmente complicada.
Para poder pagar los gastos de la escuela tenía que trabajar; por lo tanto el
tiempo destinado a hacer las lecturas que teníamos era escaso, mi alimentación
no era la ideal, dormía poco y realmente llegaba muy fatigada al cuarto dónde
vivíamos mi madre, mi hermano y yo. Trabajaba en ese entonces en tres lugares
distintos como empleada doméstica, en uno hacía la limpieza de la casa y en los
otros planchaba ropa. Tenía buenos amigos en la UAM, pero también sentía que
muchos compañeros me trataban de manera “especial”, aunque pocas veces sentí
que ese trato era abiertamente discriminatorio y excluyente. Recuerdo en
especial un día en el que estábamos revisando un libro, Entre anhelos y
recuerdos de Marie-Odille Marion. Me encontraba dentro del salón esperando
que iniciara la clase, mientras tanto un grupo de compañeras sentadas detrás de
mí, se reía. Intuía que era yo el objeto de la risa (ya que no era extraño que
sucediera), pero no entendía muy bien por qué. Una de ellas alzó la voz y
comentó: “se parecen, pero hasta la de la foto esta menos fea que ella” y se
siguieron riendo. Como un mecanismo de defensa traté de no prestar atención;
sin embargo la curiosidad de saber exactamente a que se referían me obligó a
voltear disimuladamente, hablaban sobre la fotografía impresa en la portada del
libro mencionado. El libro era un trabajo etnográfico sobre mujeres lacandonas,
en la portada aparecía una mujer joven, con rasgos prominentemente
“indígenas”. Yo aparentaba no escuchar,
pero sentí que mi rostro se ponía rojo de vergüenza. El resto de la clase
permanecí callada tratando de ocultarme de las miradas insidiosas de mis
compañeras. Años después, la persona que hizo esos comentarios y que por lo
general incitaba a las demás a molestarme con agresiones verbales, me pidió la
disculpara por ese incidente en especial, deje que hablara, la escuche
atenta. Al terminar le dije que el daño
ya estaba hecho.
2.
Los
obstáculos a los que como mujer zapoteca me he enfrentado para acceder a la
educación universitaria y al desarrollo
profesional han sido diversos; sin embargo, y pese a que en México es difícil
hablar del tema, muchos de ellos obedecen a un racismo estructural y
sistemático que excluye, principalmente, a los sujetos denominados indígenas.
Académicamente, no digamos ya en la vida cotidiana, es difícil analizar el
racismo y el sexismo, mucha de esta problemática se debe a que existe una
impresión de normalidad, sutileza y escándalo cuando se estudian estos
temas. Normalidad, porque sobre las
mujeres y los indígenas hay comportamientos, prejuicios y lecturas que no se
cuestionan por considerar que son naturales, pero que perpetúan la dominación;
tal es el caso de las afirmaciones que confieren a las mujeres indígenas
características como la fuerza natural para soportar los partos, la abnegación
y pureza de corazón, la incapacidad para realizar ciertos trabajos
intelectuales o la innata fealdad
respecto a modelos de belleza racialmente consideradas superiores. Sutileza, porque muchos de los actos
racialmente discriminatorios y excluyentes son tan sutiles que “da la
impresión” de existir solo en la mente de quien los padece o de revestirse de
amor y conmiseración hacia un ser catalogado como inferior, infantil y objeto
de cuidado. Por último, escándalo, por que al cuestionarse la idea de “raza” en
el periodo de la posguerra (por ejemplo el antisemitismo en Europa y el apartheid
en Sudáfrica), se vuelve difícil hablar del tema, no por que dejara de existir
el racismo, sino por la incomodidad y el remordimiento de hablar sobre actos
concretos en los que miles de personas murieron. En esta parte, quiero dejar
claro que la raza no existe per se, en otras palabras “biólogos,
genetistas y antropólogos físicos han llegado a la conclusión de que las razas
no existen”. Lo anterior es indiscutiblemente cierto; sin embargo, millones de
seres humanos alrededor del mundo (con matices diferentes en cada región)
siguen utilizando la categoría de raza para clasificar, asignar valores y
ubicarse jerárquicamente en la vida social, lo que perpetúa la dominación y
opresión de grupos humanos sobre otros. Es desde esta observación que radica la
importancia de seguir nombrando y analizando la categoría de raza. La
afirmación de la inexistencia biológica de la raza, ha servido de argumento
político y académico para no hablar del tema; como en el caso específico de
México. Aquí, la raza es sustituida por la categoría analítica de etnicidad,
originando que las percepciones biológicas se fueran supliendo por elementos
culturales que hacían a los otros “culturalmente diferentes”. Sin embargo, el
problema radica en que de fondo se
esencializaron y complementaron los elementos biológicos y culturales para
marcar líneas de exclusión y discriminación hacia los indígenas. En concreto,
el racismo revistió nuevas formas de ser nombrado y efectuado; disimulando así
su existencia y negando la complicidad y el miedo que provoca exponer las
consecuencias “extremas” del racismo: la violencia y el exterminio evidente de
seres humanos.
Por
tanto, en este trabajo el racismo es entendido como una parte constitutiva del
proceso de dominación capitalista y al referirme al racismo como un proceso,
entiendo que este tiene una connotación socio-histórica. La primera afirmación
se refiere a que en palabras de Anibal Quijano, uno de los ejes fundamentales
de la constitución del capitalismo “colonial/moderno” como patrón de poder mundial, es la clasificación social
de la población mundial sobre la idea de
raza. La segunda afirmación expone que en algunos casos como en Estados Unidos,
el énfasis descansará en el proyecto
racial que manifiesta una clara percepción entre la población categorizada como
fenotipicamente diferente (dando énfasis a la categoría de raza, originada a
partir de las concepciones científicas biologicistas) y en el caso de México,
la atención se centrará en las categorías de mestizaje (proyecto estatal del
Siglo XX) y en el de etnicidad (categoría utilizada básicamente para referirse
a la diversidad cultural).2 Volviendo a la primera afirmación, para
Anibal Quijano la raza “es una construcción mental que expresa la experiencia
básica de la dominación colonial y que
desde entonces permea las dimensiones
más importantes del poder mundial…”.3 La idea de raza, como él la denomina,
construyó bajo supuestos biológicos, relaciones sociales que “produjeron
identidades sociales históricamente nuevas: indios, negros, mestizos
y redefinió otras. Así términos como español y portugués, más
tarde europeo, cobraron en referencia a las nuevas identidades, una
connotación racial”.4 “De ese modo, raza se convirtió en el primer criterio
fundamental para la distribución de la población mundial en los rangos, lugares
y roles en la estructura de poder de la nueva sociedad”.5
El
rasgo principal de esta visión racial fue el de inferioridad y la implantación
en América de este proceso de dominio basado en el racismo se adoptó a partir
de distintos proyectos raciales tales como el mestizaje y el mulataje. Sin
embargo, la idea central de todos estos proyectos es que las características
físicas y culturales, primordialmente, de los nuevos grupos humanos
“descubiertos” e “inventados” fueron percibidas como inferiores respecto a la
superioridad blanca y europea. Europa y el sistema capitalista basado en una
concepción racista, se comenzó a dibujar a partir del descubrimiento, la
invención, la creación y fundación de América. Volviendo al caso de México y
parafraseando a Olivia Gall6, el asimilacionismo y el mestizaje se han
presentado como no racistas y progresistas, con consecuencias graves para las
distintas etnias que hay en el país, hay quienes dicen que es este el rostro
“amable” del racismo. Pero este rostro “amable” es el mismo que se mostró en la
matanza en Acteal, el mismo que se muestra con madres que junto a sus hijos
sortean enfermedades, exclusiones, rechazo y estigmatizaciones en medios
urbanos y rurales. El mismo rostro “amable” que presencia las consecuencias del
racismo en la vida cotidiana de mujeres concretas.
Como
Quijano, desde la academia se ha realizado un importante análisis del término
raza para entenderlo en un contexto mundial y para entender su formación en la
historia; sin embargo, este peso colonialista del racismo, puede minimizar la
atención que el fenómeno racista tiene en la actualidad; es decir, se corre el
riesgo de subestimar la capacidad de movilidad y adaptación que los proyectos
raciales, tienen como procesos socio-históricos: “the concept of race continues
to play a fundamental role in
structuring and representing the social world”.7
3.
¿Las
consecuencias?
El slogan informal de la Década de la Mujer se convirtió en
“Las mujeres hacen las 2/3 partes del trabajo mundial, reciben el 10% del ingreso
mundial y son propietarias del 1% de los medios de producción”. 8
Cito:
“• La incidencia de la pobreza
extrema en el 2002 era 4,5 veces 9mayor en los municipios predominantemente
indígenas en comparación con el resto de la población, un retroceso frente al
3,7 de la década anterior.
• Ser indígena aumenta la
probabilidad de ser pobre, una relación que no ha mejorado en 10 años.
• La población indígena continúa
teniendo menos escolaridad que el resto de la población. Por otro lado, el
analfabetismo es mayor en las mujeres indígenas. Las mujeres indígenas
analfabetas son, en general, monolingües y cuando emigran a la ciudad, les es
difícil acceder a los servicios públicos, donde se habla el idioma de la
mayoría.
• La población indígena, especialmente
las mujeres, los niños y las niñas, continúan teniendo menor acceso a los
servicios básicos de salud. Las mujeres indígenas sufren efectivamente el
efecto combinado de varios niveles de discriminaciones: la discriminación
fundada en el sexo y la fundada en el origen étnico”.9
Las mujeres somos uno de los grupos oprimidos más grandes, ya
que representamos el 51% de la población total del mundo y el racismo, el
clasismo y las denominadas brechas generacionales nos separan entre nosotras y
crean diferencias que en vez de enriquecernos y unirnos, nos dividen. Por ello,
la lucha de las mujeres en general no podrá resolverse si la situación de las
mujeres indígenas, negras, pobres, mulatas, mestizas (por ejemplo) no se reconocen
como parte de una lucha conjunta.
En los casos de las mujeres indígenas que accedemos a
estudios de posgrado, muchas rechazamos, enfrentamos o cuestionamos los
estereotipos sobre nuestra labor en la sociedad; pero, y en la mayoría de los
casos, también nos vemos obligadas a disimular, adaptar o esquivar nuestras
identidades (en el mejor de los casos) o a rechazarlas y negarlas en el peor; o
sencillamente a quedar excluidas de aspiraciones profesionales y educativas.
Los argumentos son muchos y variados: desde aquellos en los
que se idealiza a la mujer para situarla en un papel pasivo, hasta los que la
denigran y sitúan como un objeto sexual o “demasiado emocional” cuando resulta
ser “atrevidamente crítica”.
Al enfrentarnos a la dificultad de acceder a la educación de
posgrado, se nos sigue negando la posibilidad de subsistencia y ascenso social.
Nuestros salarios siguen siendo inferiores al de los hombres o al de mujeres
blancas o mestizas, es mas probable que
a la mujer indígena se le delegue al ámbito privado y que cuando decida
estudiar o desarrollarse profesionalmente, por lo general vea sacrificado su
ámbito familiar y se encuentre sola, esto a diferencia de los hombres que por
lo general su desarrollo profesional esta sustentado en el trabajo de las
mujeres: esposas, madres, hermanas, hijas y compañeras de trabajo (quiero
anotar, esto no solamente es el caso exclusivo de la mujer indígena).
Tal vez el aspecto donde mejor se puede observar el racismo
del que las mujeres indígenas somos objeto, sea el que tiene que ver con
nuestros cuerpos. Por ejemplo; la
concepción de la belleza femenina, el control de la sexualidad y los roles
culturales que tenemos asignados para nuestros cuerpos. La concepción de la
belleza esta jerarquizada desde una perspectiva ideal blanca; es decir, entre
más próximas a los rasgos fenotípicamente blancos más aceptación y jerarquía
tendremos. De esta manera, el grado de blanqueamiento proporciona un capital
simbólico que los sujetos utilizan para colocarse, luchar o subsistir dentro de
una sociedad racialmente estratificada. El control de la sexualidad; por otra
parte, es nítidamente violento, los roles que tenemos asignados a nuestros
cuerpos concretizan formas directas de poder, con lo cuál al ser internalizadas
nos vemos inmersas en un mundo que asigna valores o estigmas a nuestros
comportamientos y decisiones para de esta manera seguir ejerciendo poder sobre
nosotras.
4. Conclusiones
Los problemas que las mujeres indígenas vivimos están
estrechamente relacionados con la situación de nuestros pueblos. La tarea esta
en cuestionar aquellas estructuras que perpetúan la dominación y a los que por
lo general se les juzga como únicos generadores y reproductores de relaciones
patriarcales y jerárquicas; ignorando, que dichas estructuras responden a un
sistema de dominación mundial y no solamente indígena.
Las propuestas concretas son:
• Dejar de sentirnos
como victimas, porque al asumir este papel reducimos nuestra posibilidad de
acción y permitimos ser segregadas a una posición pasiva o de incapacidad.
• Fomentar la lucha
colectiva mediante acciones concretas como talleres que estén relacionados con
nuestra experiencia de trabajo o estudios.
• Fomentar el trabajo
intelectual y nuestra participación en los espacios académicos pensados desde
mujeres y no solo repitiendo esquemas patriarcales desde mujeres; así mismo,
rescatar desde las apuestas “occidental” (por así llamarla) y étnicas, los
principios con los que podamos construir relaciones más equitativas entre pueblos y entre hombres y mujeres. No
se trata de desechar una u otra visión automáticamente, ni de satanizarlas o
negar cualquier crítica; sino de realizar un ejercicio honesto de reevaluación,
discusión, integración y crítica.
• Invitar a los hombres
a luchar contra el racismo y el sexismo, ya que ellos no están exentos de las
consecuencias de vivir y fomentar un tipo de sociedad excluyente y
discriminatoria.
• Abrir espacios de
discusión en nuestras comunidades sobre nuestros papeles como transformadoras
de realidades.
_______
Notas
1 Knight, Alan. “Racismo,
Revolución e Indigenismo. México 1910-1940” en Gómez Izquierdo, José
Jorge. Cuadernos de Estudios sobre el racismo. Núm. 1. México:
Universidad Autónoma de Puebla, 2004, pág. 38.
2 Saldivar
Tanaka, Emiko. Towards a Theory of race. Manuscrito del 06 de abril del 2007.
3 Quijano,
Anibal. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina [En
línea]. En Lander, Edgardo. “La colonialidad del saber: eurocentrismo y
ciencias socials. Perspectivas latinoamericanas”. Argentina: CLACSO, 1993. p.
201-246. (Ref. de 5 de junio de 2007). Disponible en Word Wide Web: http://www.clacso.org/wwwclacso/espanol/html/libros/lander/10.pdf
4 Ibid., pp. 202.
5 Ibid., pp. 203.
6 Gall,
Ollivia. “Identidad, exclusión y racismo: reflexiones teóricas sobre México”.
(2004) En Revista Mexicana de Sociología, año 66, núm. 2, abril-junio, 2004,
México, pp. 221-259.
7 Omi, Michel and Howard Winant. Racial formation in the United
Status from 1960´s to the 1990´s. USA: Routledge, 1994, pp. 55.
9 http://4realwomen.com/espanol/index.php?option=com_content&task=view&id=34&Itemid=28.
Pueblos indígenas,
pobreza y desarrollo humano en América Latina: 1994-2004, que analiza los casos
de Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú, los países con mayor población
indígena de la región. El informe fue realizado por el Banco Mundial al
concluir la llamada Década Internacional de los Pueblos Indígenas del mundo.
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Judith Bautista Pérez en una foto publicada en Voces Indígenas en noviembre de 2012
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PDF de esta ponencia en: http://sdrv.ms/11WEuQi
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