Referencia: Mogrovejo, Norma, "El orden simbólico de la madre en la organización de la familia carcelaria", en Textos impublicables, http://www.textosimpublicables.blogspot.mx/, en word: http://bit.ly/10x6xRe, marzo de 2013.
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El orden simbólico de la madre en la organización de la familia carcelaria
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El orden simbólico de la madre en la organización de la familia carcelaria
Norma Mogrovejo Aquise
Yo afirmo que saber amar
a la madre hace orden simbólico.
He nacido en una cultura en la que el amor a la madre no se enseña a las mujeres. Y sin embargo es el saber más importante, sin el cual es difícil aprender el resto y ser originales en alguna cosa.
El simbolismo no metafórico de la madre (…) ya tiene su lugar, de hecho, y un lugar solidísimo, una fortaleza, en nuestra infancia.
He nacido en una cultura en la que el amor a la madre no se enseña a las mujeres. Y sin embargo es el saber más importante, sin el cual es difícil aprender el resto y ser originales en alguna cosa.
El simbolismo no metafórico de la madre (…) ya tiene su lugar, de hecho, y un lugar solidísimo, una fortaleza, en nuestra infancia.
Luisa Muraro, El orden
simbólico de la madre
En el Centro de Readaptación Social de
Varones (CERESOVA), más conocido como “la cárcel de varones”, como en cualquier
otra cárcel de varones, la sobrevivencia cotidiana obliga a expresar actitudes
de extremada virilidad debido a que la muestra de debilidad es una exposición a
riesgo. La devaluación de lo femenino se expresa con diversas formas de violencia,
burlas, mofa, ridiculización, golpes, insultos, gandallaje y muchos etc.
Siempre alertas, muy machos, listos a responder, en guardia, la actitud
masculina pareciera anular cualquier expresión de lo femenino. Sin embargo, en
un espacio masculino por eminencia, no es extraño oír un lenguaje construido
con denominaciones en femenino: “las malas”, grupo de choque que generalmente
se contrata para hacer un trabajo sucio; “las locas”, personas cuyas reacciones
son impredecibles por lo que son de cuidado; “las hermanas” o “las amigas”
grupo de personas en los que se puede confiar. La lista puede ser larga. A
pesar del demérito de lo femenino en general, estas denominaciones de la jerga
cotidiana, hacen referencia, contrariu sensu, a espacios de consideración y
respeto. Se puede tener una denominación en femenino pero no una actitud de debilidad,
así, las personas identificadas con la jerga en femenino no necesariamente
serán blanco de agresiones, muchas de ellas tienen un respeto ganado.
Un ejemplo paradigmático es la
presencia de los homosexuales, cuya denominación puede ir desde “locas”,
“putos”, “jotos”, “chotos”, etc. o nombres de mujeres; quienes en la
interpretación de lo masculino, serían los traidores a las prerrogativas del sistema
patriarcal, por ello estarían identificados con lo femenino. En este espacio misógino,
han logrado un ámbito de consideración bajo los propios códigos de la
masculinidad. Es aquí justamente donde la aparente y fácil dicotomía de los
binarios se quiebra. Así, lo masculino no necesariamente es lo bueno y lo
femenino no necesariamente lo malo, como tampoco lo no masculino es
necesariamente femenino. En esta compleja trama, los homosexuales pudieron
fácilmente diferenciar entre la construcción del deseo sexual, la identidad, y la expresión genérica. Una
frase muy común, grafica dicha diferencia “soy puto por la cola pero macho por
los puños”. De esta manera, la elección del sujeto de deseo es independiente de
la expresión genérica; en este caso, la
expresión genérica como construcción cultural, responde a las necesidades de
defensa y sobrevivencia en la socialización de lo masculino (macho por los
puños) y es independiente de la identidad; del yo asumido desde la conciencia.
De la misma manera, en el encierro, las prácticas sexuales homoeróticas
(generalmente no reconocidas abiertamente) no necesariamente definirán una
identidad homosexual ni un tipo específico de expresión genérica. Es decir, se
puede ser homosexual y no femenino o se puede ser heterosexual con una
denominación en femenino o ser heterosexual con prácticas homoeróticas.
Pero el centro y la más importante de
todas las construcciones que se articulan en femenino en la cárcel de varones
es el de “la madre”, el eje de la organización social básica: la familia
carcelaria, ella es la “jefa del cantón”.
No cualquiera puede ser una madre,
para llegar a serlo se debe contar con un liderazgo especial, ganado por el
logro de una serie de virtudes reconocidas por la comunidad, parafraseando a
Beauvoir, “llegar a ser madre” en la cárcel, es un acto de absoluta
trascendencia. Es interesante que sea justamente la figura de la madre, el
símbolo de lo femenino por excelencia, el sujeto central del espacio más
masculino por imposición: la cárcel de varones.
La filósofa Luisa Muraro hace un
conspicuo análisis del papel simbólico de la madre en la transmisión de la
cultura hacia sus hijas, quienes a su vez se convertirán en madres; a través de
la lengua como una función simbólica que nos permite interpretar lo que es
real. “Las reglas de la lengua materna nacen de la necesidad de mediación, son
las que impone la madre para que podamos volver a comunicarnos con ella
compartiendo su experiencia con el mundo”
(Muraro, 1994: 47). En palabras de dicha autora:
El mundo nace con el círculo completo de la
mediación, es un círculo de cuerpo y palabra que hace que las mujeres sean
protagonistas de lo que algunas historiadoras
han llamado las “prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia
humana” que son aquellas que hacen posible venir al mundo y mantener la vida,
transmitiendo y haciendo al mismo tiempo el orden simbólico de la madre
(Muraro, 1994: 80).
Aún dentro de la estructura carcelaria
masculina, encontramos esta figura mediadora de la cultura, una madre simbólica,
que hará posible la transmisión de reglas sociales y valores a un grupo de
personas que están bajo su protección. Es a partir de esta figura que el orden
simbólico de la madre hará posible un continuum
materno, así Muraro afirma que llegar a ser madre es simbólicamente relevante,
define la relación de una mujer con su madre porque tiene como trasfondo su
relación originaria.
Según Muraro, forma parte del orden
simbólico de la madre la figura del continuum
materno, que a través de las madres antecesoras nos remite, desde dentro, a los
principios de la vida; esta estructura hace de puente entre naturaleza y
cultura. Y es la madre, este puente entre el mundo de afuera que espera, la
vida y la cárcel, el útero del que no se puede salir aún. En ésta relación de
madre a hija, encontramos los orígenes de la diferencia sexual: la criatura del
sexo femenino se sitúa en el punto central y a la vez concluyente del continuum materno, que se
reabre cada vez que una hija se convierte en madre (Muraro, 1994). Pero ¿cómo
es que un hombre se convierte en madre? Y ¿cómo dentro de un espacio tan
agresivo para lo femenino, es la imagen de mayor respeto?
Si bien es cierto, no existe una
esencia de mujer, las mujeres hemos sido definidas de muchos modos a lo largo
de la historia. Siempre de acuerdo con las conveniencias, prejuicios, miedos y
perplejidades de los varones (Sendón de León, 2002: 30, 31). En este caso, el “llegar
a ser madre”, no significa asumir una identidad genérica femenina, ni
representar performáticamente un ámbito ontológico transgenérico, sino asumir
un arquetipo que estructura un orden simbólico que seguramente nos remite a
algunas versiones de ser mujer, asumida desde la necesidad y conveniencia de
aquel espacio masculino.
El
Cantón, el hogar del
pobre, el refugio de la familia proletaria, es también la denominación del
hogar que forman los reclusos en el Centro de Readaptación Social de Varones.
El CERESOVA está organizado en doce dormitorios y varias zonas, las que a su
vez tienen doce estancias, cada una, conocida como el cantón, que alberga a una familia penitenciaria.
La organización de la familia penitenciaria
tiene mucha similitud a la familia social. Sus miembros provienen en su mayoría
de familias disfuncionales donde el padre es una figura ausente o desdibujada
porque no ha cumplido su función de buen educador o de buen jefe de familia, de
allí que la madre para los reclusos cobra un sentido fundamental. Reemplaza la imagen
del padre y en consecuencia es la proveedora del hogar. En reclusión, será la
acompañante incondicional de las visitas a lo largo de su estancia, la que ante
el paulatino abandono de otros familiares, incluso la esposa, proveerá recursos
económicos, materiales y afecto incondicional. De ahí que hablar de la madre en
el reclusorio, tiene un significado fundamental, respeto y admiración.
De acuerdo a María Milagros Rivera:
Mujeres serían las hijas, las que
nacemos como hijas, por más diversidad y disparidad que expresen nuestras
existencias después. Lo que da cierta coherencia a esa categoría, es una
carencia, una carencia de orígenes culturalmente representados, de orígenes socialmente
codificados; nos unirán el ser hijas de mujeres la relación primera con las
cuales ha sido cortada para entrar en el orden patriarcal (Rivera, 1994: 69).
Y es quizá la carencia de libertad lo que da
coherencia en lo simbólico a los reclusos para asumir “la libertad” de
representarse como madres, en su calidad de hijos no abandonados por sus
madres. Esta relación primera con la madre sería, en opinión de Luisa Muraro, “una
relación de amor y de gratitud no en sentido psicológico o moral, sino como
estructura; una estructura simbólica que puede tener contenidos positivos o
negativos, no importa, pero estructura de relación con el origen materno
concreto y personal que nos de a las mujeres un lugar de enraizamiento en el
mundo” (Rivera, 1994: 69). Y cómo no imaginar la necesidad y búsqueda de
estructura y enraizamiento en la cárcel. De ésta manera, tanto mujeres como
presos compartimos esa carencia, ese no reconocimiento social, somos “lo otro”
socialmente, de allí la búsqueda de raíces en un mundo que nos considera ajenos.
No hay otra figura de mayor respeto
que la de “la madre”, por ello, en la organización interna del cantón o la
familia penitenciaria, “la madre”, está a la cabeza.
Al igual que la familia social, la
familia carcelaria es jerárquica. Después
de la madre, están los hijos mayores, un grupo de reclusos con cierto poder y
decisión. Luego están los “chavos” que serían los hijos menores, con menos
poder que los anteriores y hacen los mandados de los mayores pero por encima de
“los monstruos”, una suerte de mandaderos sin sueldo, adictos a alguna droga lo
que les implica un gasto y por ello una necesidad para cubrirla a cualquier
costo. Por debajo de toda la estructura están los extranjeros, los que
oficialmente (para las autoridades) no existen, cuentan con escasa o nula
participación en la toma de decisiones, su carácter es de refugiados[1]
por lo que el cantón les hace el paro[2] en su
permanencia.
A continuación una caracterización más
profunda de los sujetos:
LA MADRE
LA MADRE
El requisito fundamental para ser
madre es la solvencia económica, además de carisma y liderazgo, que en conjunto
generará reconocimiento y seguridad a los miembros del cantón para la resolución de problemas. La solvencia económica a su
vez le otorga ciertas prerrogativas en su relación con los custodios y otras
madres, por ejemplo en el vestir, usa ropa limpia, de calidad, generalmente
blanca, a diferencia de los demás que están obligados a usar el color crema o caqui,
uniforme del reclusorio. La madre no come rancho[3], su solvencia le
permite consumir comida elaborada.
Sus funciones son de alta
responsabilidad y cuenta con el reconocimiento de los demás miembros del
cantón, como jefe y líder, todos se identifican con él.
El cumplimiento de sus funciones garantiza
una buena convivencia entre los miembros del cantón, esencialmente dentro de la
estancia y eventualmente fuera de ella y en general con los miembros de la
comunidad penitenciaria.
La madre toma las decisiones más
importantes y asigna el rol de cada uno de los miembros del cantón o familia
penitenciaria. Define los gastos cotidianos de la estancia y la forma en que se
tienen que cubrir los útiles de aseo, la comida, focos, etc.
Regula las relaciones al interior del
cantón, se preocupa por que exista armonía entre los miembros del grupo para
preservar la unión, lo que implica utilizar la coacción o la violencia en casos
extremos y necesarios. Regula las relaciones externas, decide quién entra o no
al cantón en estricto cuidado del ambiente del mismo. En mérito a que no cualquier
persona puede estar en una estancia ajena, sólo puede haber visitas si la madre
y los miembros con capacidad de decisión están de acuerdo.
Como líder protectora, negocia con seguridad y custodia en favor de los
miembros del cantón si éstos tienen problemas y debe bajar del camión[4] a cualquiera de
sus integrantes, pagando un rescate.[5]
Es líder de opinión, su experiencia,
carácter y relaciones le dan autoridad para emitir normatividades incluso de
carácter autoritario, pero enfocadas a sustentar o mantener el bienestar común
de la familia. Sus comentarios cuentan con la aceptación de la mayoría.
Tiene la responsabilidad estratégica
de unificar el cantón, hacerlo más fuerte y unido, por lo tanto funcional y
para ello recurre a símbolos de construcción social.
Cuando una madre cumple con todas sus
funciones, se consolida haciendo más fuerte su identidad lo que garantiza su
permanencia, es una ardua labor que trae muchos problemas e igual número de
beneficios. Es pues el rol más importante en torno al cual giran todos los
roles de los otros miembros de la familia.
La relación con la madre no se acaba
con la infancia, sino que afecta a todos los seres humanos durante la vida
entera porque el nacimiento es el hecho inaugural de la propia historia y sigue
viviendo con ella. En este hecho histórico se da a conocer el dato crucial de
cada existencia humana: el hecho de nacer hombre o mujer. El mundo relacional
que crea la madre cada vez que da a luz, de manera que venir al mundo queda
definitivamente marcado por la dependencia de la relación materna. La
dependencia de la relación primera con la madre, ha sido tomada de manera
distinta por mujeres y por hombres. Entre los hombres, según Calderón de la Barca, el nacimiento ha sido
entendido como el mayor delito del hombre. Porque en la relación con la madre
hay de origen dependencia y asimetría (no desigualdad). Madre ¿porqué me
pariste/si tan lejos me pariste? dice un poeta del siglo XX. En la historia de
Occidente desde el Humanismo y Renacimiento existe la tendencia de los hombres
a cancelar la dependencia como la asimetría originaria. Para cancelar la
dependencia inventaron la subjetividad llamada moderna y para borrar la
asimetría inventaron la igualdad de los sexos. Por ello, la diferencia sexual
está ausente de la historiografía occidental moderna y contemporánea (Rivera,
2005:10).
Y cómo no mantener esa dependencia si
la cárcel les ha quitado lo más preciado de la vida, la libertad, la movilidad,
la autonomía; la madre real sigue proveyéndoles alimento y afecto y los reos seguirán
siendo menores de edad. De ahí que reproducir la imagen de protección hacia
otros, hijos desvalidos, necesitados de afecto y apoyo material, producirá el
efecto del que habla Muraro con el continuum materno. Para la filósofa feminista francesa Luce
Irigaray lo materno puede transformarse en un lugar de resistencia al orden
patriarcal, y un espacio de creación de un sistema simbólico diferente
(Irigaray; 1985). ¿Podríamos pensar que este espacio simbólico de creación de
lo femenino en una cárcel de varones,
podría ser un espacio de resistencia al orden patriarcal? Analicemos las
características de los otros miembros de la familia carcelaria.
LOS
HIJOS MAYORES
Están subordinados a la madre pero por
encima del resto de los miembros del grupo por quienes son respetados. Tienen
una posición un tanto pasiva, no deben contradecir los intereses de la madre, a
menos que uno de ellos intente poseer el rol de madre, tienen el respeto de la
madre debido a que son los más próximos al poder y podrían conspirar para su
derrocamiento. Son los segundos al mando y principal apoyo para la jefa. Como
hermanos mayores o primogénitos, tienen ascendencia sobre los demás. Reemplazan
a la madre en su ausencia y en conjunto deciden lo que más convenga a los
intereses del cantón.
Cuentan con una situación estable sin
límites en cuanto al uso de productos básicos (alimentos, artículos de higiene
o drogas) por lo que su dependencia con la madre es limitada y recurren a ella
sólo para solucionar conflictos interrelacionales, valga decir con algún
miembro del grupo, ajeno a él o autoridades del CERESOVA.
Generalmente son personas estables con
respecto a su comportamiento y aprovechan su tiempo en actividades positivas y
productivas, algunos de ellos trabajan en algún taller o en algún área de
servicios generales, o por su cuenta en un negocio que les reditúe ingreso,
pero nunca por encima de la madre y nunca menor al del resto de miembros del
cantón. Pueden darse el lujo de vestir de blanco, como las madres, pero a
diferencia de aquellas, deberán pagar 10 pesos por atravesar cada una de las
casetas de vigilancia, así que para cruzar “el kilómetro” (pasillo que lleva de
un extremo a otro) implica al menos 40 pesos de ida y otros 40 de regreso.
Los hermanos mayores, al igual que la
madre no comen rancho, sino, comida especial porque sus ingresos le permiten.
LOS
CHAVOS O HIJOS MENORES
Por lo general son internos jóvenes,
inestables en cuanto a su conducta y con nulo o poco apoyo económico o afectivo
del exterior. Por su condición deben recurrir a buscar apoyo moral y económico
de un miembro del cantón con mayor jerarquía y en este caso, generalmente de la
madre, por esta relación deben ganarse la confianza a través de su lealtad para
con la madre y los hijos mayores, pues son quienes realizan los encargos o
encomiendas que requieren discreción o de alto grado de confiabilidad.
Ayudan económicamente a las
actividades domésticas, sólo en ocasiones especiales y en ausencia del monstruo
hacen el cantón.[6]
Cuentan con la confianza de todos los
miembros del grupo, en ocasiones su sentido de subordinación los compromete a dar la cara[7] por algún miembro
del grupo, sólo en cuestiones que no impliquen alto riesgo o un posible castigo[8] porque para ello
está el monstruo.
Deben preocuparse por los intereses de
la madre o su patrón[9], ya que de ello
depende su estatus y de ello dependerá su mayor o menor retribución. Las
remuneraciones que reciben son en dinero en efectivo como pago a sus servicios
o con privilegios (comida, ropa, artículos personales, etc.) o favores.
La relación entre el chavo y la madre
o su patrón es reconocida por el cantón, la comunidad y la autoridad ya que los
problemas que genere el chavo implican responsabilidad para la madre o el
patrón.
Cuenta en general, con al aprobación
de la mayoría y es digno de confianza y simpatía de los miembros del cantón.
LOS
MONSTRUOS
Son personas adictas a alguna droga,
lo que les hace vulnerables, son objeto de abusos por parte del resto de los
miembros de la familia penitenciaria. A ellos les corresponde hacer el cantón durante todo el día, así
como los trabajos que para la mayoría son desagradables o cansados.
Generalmente viste con ropas sucias y
viejas. Su aseo personal es mínimo, lo que le hace víctima de constante acoso o
degradación
No recibe ninguna retribución por sus
labores, lo que en ocasiones lo obliga a robar objetos de su mismo cantón para
satisfacer sus necesidades de droga lo que provoca que sea acusado de nagual.[10]
Cuando surge algún problema que
implique un pagador, él debe levantar la
mano.[11] Debe ser el primero en
levantarse y el último en acostarse porque normalmente le toca dormir en el
piso.
Es el bufón. Debe hacer lo necesario cuando
la banda se quiere desestresar[12] o divertirse. El
respeto que amerita es nulo, su opinión no tiene ninguna validez, en cuanto a
la forma de organizarse, está relegado a obedecer.
EL EXTRANJERO
EL EXTRANJERO
Su aparición en la familia carcelaria
es intermitente, cumple una función de inquilino por no estar en la lista
oficial que designa a los miembros de cada estancia. Se le permite vivir y
dormir ahí a propuesta de algún miembro de mayor rango o de la madre y por
acuerdo de la mayoría. Ello implica responder por él por lo que pueda pasar.
Su condición de extranjería está relacionada
con su capacidad económica, a razón de los gastos que implica pagar a los custodios por ese privilegio.
Debe pagar su extranjería, aportar con los gastos del cantón y convivir[13]
tanto con la madre como con los miembros del cantón, por lo que debe contar con
solvencia económica.
No tiene voz ni voto, no puede emitir
opiniones y menos ejecutar acciones en relación al cantón.
El término de extranjero es
despectivo, se le considera refugiado
a consecuencia de que en su estancia original, lo traen tendo.[14]
Su condición de extranjero no sólo es
por problemas en su cantón original, en ocasiones puede ser porque hay mayor
afinidad con el cantón donde extranjerea.[15]
La familia carcelaria no es muy
diferente a una familia social convencional, jerárquica, antidemocrática,
incluso abusiva con los miembros más vulnerables. Pero en un territorio hostil,
donde la ley del más fuerte puede ser devastadora, la figura de la madre es
fundamental, su papel como mediadora y protectora, si bien le otorga poder y
prestigio, posibilita la sobrevivencia de los más débiles. La madre no dudará en
negociar o pagar a seguridad y custodia para bajar del camión a cualquiera de sus hijos o pagar una deuda contraída
por el más inmaduro e informal de sus hijos, ¿cómo abandonarlo en las manos de los
más fuertes? Por supuesto que en circunstancias, la madre ejercerá la fuerza e
incluso la violencia como método correctivo o disciplinario. El papel de la
madre como mediadora del poder y los excesos del mismo hace posible una mejor
convivencia entre los más fuertes y los más débiles en un medio tan desigual
como una cárcel de varones. Es probable que no podemos afirmar que estas madres
están transformando una realidad patriarcal, pero seguramente, la figura de la
madre, aunque sea simbólica, hace esa realidad menos patriarcal y en ese
sentido, hay una suerte de resistencia a que el orden jerárquico masculino, del
padre, sea quién organice la familia carcelaria. Al ser la madre, el centro
mediador de dicha organización, el continnum materno reproduce el orden
simbólico de la madre.
BIBLIOGRAFIA
Beauvoir, S. (2005), El segundo sexo. Madrid, Cátedra.
Butler, J. (2001), El Género en
Disputa, México: Paidós.
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conceptos y contextos”, trad. Gloria Bernal, en El género como perspectiva, México: UNAM.
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dilema queer, Universidad Yale. Documento facilitado por el Centro de
Documentación LGBTT “Escrita en el cuerpo”, Buenos Aires.
González M. (s/f) El orden simbólico de la madre en las Cartas de Estefania de Requesens. Artículo en línea disponible en http://www.ub.edu/duoda/diferencia/html/es/secundario3.html
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sentir, Barcelona: la Sal.
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Madrid: horas y HORAS.
Rivera M. (1994), Nombrar el mundo en femenino. Barcelona: Icaria Editorial.
Rivera M. (2005), La diferencia sexual en la historia, Valencia: Universitat de
València Artículo en línea disponible en:
Rubin, G. (1984), “Reflexionando sobre
el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”, en Placer y Peligro. Explorando la sexualidad
femenina (selección de textos). Hablan las mujeres, Nueva York: Routledge
& Kegan Paul.
Sendón de León, V. (2002), Marcar las diferencias. Discursos feministas
ante un nuevo siglo, Barcelona: Icaria.
Weeks, J. (1994), “La sexualidad e
historia”, en Antología de la Sexualidad humana,
México, CONAPO.
[1] Que busca seguridad
y amparo en otra estancia a consecuencia de su mala relación con los compañeros
de su estancia original.
[2] Favor que ayuda al
necesitado a salir de un problema.
[3] Comida que el
CERESOVA ofrece a los reclusos.
[4] Salvar de un
problema a alguien, cubrir sus deudas económicas o solucionar conflictos
suscitados por la difícil convivencia.
[5] Pago o soborno a
algún custodio por haber inflingido el reglamento (armas, droga, riña o
conducta).
[6] Realizar la limpieza
y las actividades domésticas.
[7] Hacerse responsable
voluntariamente, sin ser el autor de la falta.
[8] Sanción impuesta por
el Consejo Técnico Interdisciplinario consistente en 15 días de aislamiento en
una estancia apartada de la población general.
[9]
Persona
que tiene bajo sus órdenes o trabajando para él, algún chavo o chavos con algún
tipo de genere en efectivo o especie.
[10] El que roba
aprovechando la confianza que se le brinda, por lo que es considerado un
traidor.
[11] Hacerse responsable
voluntariamente de algo que amerite sanción, sin ser el autor de la falta.
[12] Buscar bajar las
tensiones producto del encierro a costa del sufrimiento, ridiculización o
tortura de un monstruo.
[13] Invitar comida,
dinero, droga o hacer regalos de dinero u objetos.
[14] Recibe hostigamiento
hasta el límite de su tolerancia.
[15] Cuota que cobran los
custodios por vivir en una estancia que no le corresponde al interno.
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