Ciertos Olimpos
Patricia Karina Vergara Sánchez
Vestida con tu blanca toga
de tela maquilada para primer mundo.
Escribes en electrónico desde la razón,
las razones por las que yo no existo.
Sentada en un pequeño espacio libre
de tu mesa abundante de alimentos
buscas la cita exacta y encuentras, afanosa,
las categorías, ciencia, teoría que explican
el cómo soy performatividad pura,
que ocupa mi saber, mi cama, la vida mía.
Por ello, no soy capaz de la trascendencia
hacia la humanidad.
En tanto, mi padrastro me prende fuego
en un rincón del Estado de México
Mi familia es silenciada por hablar de justicia
ante mi féretro de terror
Me comí a mis crías y voy andando,
siguiendo rumbo norte en el desierto.
Me muero aquí o de hambre injusta.
Escribes verdad: mujer es un término
sin sentido lógico ni pertenencia.
Esta carne ya fue desmembrada
y mis huesos quebrados, desperdigados.
Mi palabra no tenía valor profundo,
nada significa ahora para ti.
Cuando comenzaba a dibujarme,
en múltiples visiones concatenadas,
Me has borrado con un sólo gesto
de mecanografía.
Tú te vuelves más blanco, prestigioso.
Cada vez más sabio, megáfono de Foucault.
Sin embargo, me hacen falta más, mucho más
de dos teorías pretendiendo explicarme
que el dolor es mera construcción cultural.
¿Es, acaso, una forma distinta de placer?
Para demostrar mi falta de sofisticación,
de comprensión y actitud postmoderna
es necesario se cuantifique con rigor exacto
los segundos que dura mi agonía.
Yo pongo este cuerpo. Tú haces ciencia.
Todo es cuestión de desandar la hipótesis.
Pronunciarse en la variable.
Despejar a empellones las puertas del recinto.
Traer espejos grandes ante tu rostro:
¿Qué miras?
¿Puedes reconocerte en este rictus?
╰♀╮
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