Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista - Mujeres Creando, Bolivia |
Por qué la sexualidad es un
trabajo (1975)
Por Silvia Federici
Deseo libertad - Mujeres Creando, Bolivia |
La sexualidad es el descanso que
se nos otorga dentro de la disciplina del proceso laboral. Es el complemento
necesario para la rutina y la reglamentación de la semana laboral. Es una
licencia para «ser natural», para «dejarse llevar», para que así podamos
regresar más frescos a nuestro lugar de trabajo el lunes siguiente. El «sábado
noche» es la irrupción de lo «espontáneo», lo irracional dentro de la
racionalidad de la disciplina capitalista en nuestra vida. Se supone que es la
compensación por nuestro trabajo y se nos vende ideológicamente como «lo
distinto» al trabajo: un espacio de libertad en el cual presumiblemente podemos
ser nosotros mismos ―una posibilidad para conectar íntimamente, de «manera
genuina», en un universo de relaciones sociales en las cuales nos vemos
constantemente forzados a reprimir, aplazar, posponer y esconder, incluso de
nosotros mismos, lo que deseamos.
Siendo esta
la promesa, lo que de hecho recibimos está bastante lejos de nuestras
expectativas. Igual que no podemos regresar a la naturaleza con solo
despojarnos de la ropa, tampoco podemos ser «nosotros mismos» simplemente
porque sea la hora de hacer el amor. Poca espontaneidad es posible cuando los
tiempos, las condiciones y la cantidad de energía disponible para el amor están
fuera de nuestro control. Tras una semana de trabajo, nuestros cuerpos y
sentimientos están entumecidos y no podemos ponerlos en marcha como si fuésemos
máquinas. Porque lo que surge cuando nos «dejamos llevar» es más a menudo
nuestra violencia y nuestra frustración reprimidas que nuestro propio yo oculto
y listo para renacer en la cama.
De hacerte la cena, de hacerte la cama, se me fueron las ganas de hacerte el amor - Mujeres Creando, Bolivia |
Ya que, entre
otras cosas, siempre somos conscientes de la falsedad de esta espontaneidad. No
importa cuántos grititos, suspiros y ejercicios eróticos hagamos en la cama, nosotras
sabemos que es un paréntesis y que mañana ambos estaremos de nuevo dentro de
nuestros civilizados trajes (nos tomaremos juntos un café mientras nos
preparamos para ir a trabajar). Cuanto más nos damos cuenta de que esto es un
paréntesis que se nos negará el resto del día o de la semana, más difícil se
nos hace volvernos «salvajes» y «olvidarlo todo». Y no podemos evitar sentirnos
enfermas fácilmente. Es la misma vergüenza que experimentamos cuando nos
desnudamos sabiendo que haremos el amor; la vergüenza del día después, cuando
ya estamos ocupadas restableciendo las distancias; la misma vergüenza
(finalmente) que sentimos al pretender ser alguien totalmente distinta de quien
somos durante el resto del día. Esta transición es especialmente dolorosa para
las mujeres; los hombres parecen ser expertos, posiblemente debido a que han
estado sujetos a una reglamentación más estricta en su trabajo. Las mujeres
siempre nos hemos preguntado cómo es posible que tras una nocturna muestra de
pasión, «él» pueda levantarse ya en un mundo diferente, tan distante algunas
veces que es difícil restablecer incluso una conexión física. De todas maneras,
siempre son las mujeres las que más sufrimos el carácter esquizofrénico de las
relaciones sexuales, no solo porque llegamos al final del día con más trabajo y
más preocupaciones sobre nuestras espaldas sino porque además tenemos la
responsabilidad adicional de hacer placentera la relación sexual para el
hombre. Esta es la razón por la que habitualmente las mujeres somos menos
receptivas. Para nosotras el sexo es un trabajo, es un deber. El deber de
complacer está tan imbuido en nuestra sexualidad que hemos aprendido a obtener
placer del dar placer, del enardecer y excitar a los hombres.
Mujer que se organiza no plancha más camisas
- Mujeres Creando, Bolivia
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Ya que se
espera que proporcionemos descanso, inevitablemente nos convertimos en el
objeto sobre el cual los hombres descargan su violencia reprimida. Somos
violadas tanto en nuestros lechos como en las calles, precisamente porque hemos
sido situadas para proveer satisfacción sexual, para actuar como válvulas de
escape para todo lo que va mal en la vida de un hombre, y a los hombres siempre
se les ha permitido volcar su rabia contra nosotras si no nos adaptamos al rol
asignado, especialmente cuando nos negamos a actuar.
Eva y libertad. Ser indígena es tan bonito
como ser lesbiana o ser maricón
- Mujeres Creando, Bolivia
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La
compartimentación es solo uno de los aspectos de la mutilación de nuestra
sexualidad. La subordinación de nuestra sexualidad a la reproducción de la
fuerza de trabajo ha supuesto la imposición de la heterosexualidad como único
comportamiento sexual aceptable. En realidad toda comunicación genuina tiene un
componente sexual puesto que no hay división posible entre nuestros cuerpos y
nuestras emociones y nos comunicamos utilizando continuamente todos estos
aspectos. Sin embargo, el contacto sexual con otras mujeres está prohibido
puesto que, según la moral burguesa, todo lo que es improductivo es obsceno,
antinatural y pervertido. Esto ha implicado la imposición sobre nosotras de una
verdadera condición esquizofrénica, ya que desde muy pronto en nuestras vidas
debemos aprender a trazar una línea entre las personas a las que podemos amar y
las personas con las que tan solo podemos hablar, entre aquellas a las que
podemos abrir nuestros cuerpos y aquellas a las que tan solo podemos mostrar
nuestras «almas», nuestros amantes y nuestras amigas. El resultado es que somos
almas incorpóreas para nuestras amigas mujeres y cuerpos sin alma para nuestros
amantes masculinos. Esta división no solo nos aleja de las otras mujeres sino
que nos separa de nosotras mismas en relación con lo que aceptamos o no de
nuestros cuerpos y sentimientos, de esas partes «puras» que están ahí para su
exhibición, y aquellas «sucias», las partes «secretas» que solo pueden ver la
luz (y así transformarse en partes puras) en el lecho conyugal, punto de
partida de la producción.
Tú me quieres virgen, tú me quieres santa, tú me quieres colonizada y por eso tú me tienes harta - Mujeres Creando, Bolivia |
Es esta misma
preocupación por la producción la que ha forzado que la sexualidad,
especialmente en las mujeres, se confine a determinados momentos de nuestras
vidas. La sexualidad se reprime en los niños y en los adolescentes así como en
las mujeres mayores. Por ello los años en los que se nos permite ser
sexualmente activas son los mismos en los que nos encontramos más cargadas de
trabajo, cuando disfrutar de nuestra sexualidad supone una hazaña.
Pero la
principal razón por la que no podemos disfrutar del placer que nuestra
sexualidad puede proporcionarnos es porque para las mujeres el sexo es un trabajo. Proporcionar placer
al hombre es lo que se espera de toda mujer.
Si el matrimonio es una condena, tira de la cadena - Mujeres Creando, Bolivia |
La libertad
sexual no nos ayuda en esto. Ciertamente es importante el que no se nos lapide
si somos «infieles», o si se dan cuenta de que no somos «vírgenes», pero la
«liberación sexual» ha incrementado nuestra tarea. En el pasado solo se
esperaba de nosotras que criáramos a nuestros hijos. Ahora se exige que
encontremos un trabajo asalariado, también que limpiemos la casa y tengamos
niños y, además, que, al final de una doble jornada laboral, estemos listas
para saltar a la cama y seamos sexualmente tentadoras. Para las mujeres el
derecho a la sexualidad es la obligación de tener sexo y de disfrutarlo (y esto
no es algo que se espere de muchos trabajos, es decir, que además resulten
placenteros), razón que emana como origen de tantas investigaciones habidas
durante los últimos años en torno a qué partes de nuestro cuerpo —ya sea la
vagina o el clítoris— son sexualmente más productivas. Independientemente de si
se observa desde su vertiente más liberal o desde su forma más represiva,
nuestra sexualidad sigue estando bajo control. Las leyes, la medicina y nuestra
dependencia económica de los hombres, todo ello garantiza que, aunque se
relajen las reglas, la espontaneidad quede descartada de nuestras vidas. La
represión sexual dentro de la familia es una función de este control. A este
respecto, padres, hermanos, maridos, chulos, todos ellos han actuado como
agentes del Estado, para supervisar nuestro trabajo sexual, para asegurarse de
que proveeríamos los servicios sexuales de acuerdo a lo establecido, a las
normas sancionadas de la productividad.
Para todos los sistemas de machos y fachos,
la mujer es una puta,
mueran los sistemas, vivan las putas
- Mujeres Creando, Bolivia
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La
dependencia económica es la forma final de control sobre nuestra sexualidad. Es
la razón por la que el trabajo sexual es todavía hoy una de las principales
ocupaciones laborales de las mujeres y la razón de que la prostitución subyazca
en cada encuentro sexual. Bajo estas condiciones no puede haber ninguna
espontaneidad sexual para nosotras, y eso explica también por qué el placer es
tan efímero dentro de nuestra vida sexual.
Precisamente
debido a la compraventa que se da en estas relaciones, la sexualidad siempre va
acompañada para nosotras de ansiedad, y es la parte del trabajo doméstico que
genera más odio hacia nosotras mismas. Además, la comercialización del cuerpo
femenino vuelve imposible que nos sintamos a gusto con él, independientemente
de su tamaño y forma. Ninguna mujer puede desnudarse felizmente frente a un
hombre sabiendo no solo que está siendo evaluada sino que existen estándares de
actuación para los cuerpos femeninos con los que hay que identificarse y de los
que, cualquier persona, hombre o mujer, está al tanto, ya que están esparcidos
por todas partes alrededor nuestro, en cada muro de nuestras ciudades y en la
pantalla de la televisión. Saber que, de alguna manera, nos estamos vendiendo,
ha destruido nuestra autoconfianza y el placer para con nuestros cuerpos.
Que vivan las gordas, que vivan las morenas, quiero ser mujer sin modelos que imitar - Mujeres Creando, Bolivia |
Esta es la
razón que nos lleva a que, seamos flacas o gordas, tengamos la nariz pequeña o
grande, seamos bajitas o altas, todas odiemos nuestro cuerpo. Lo odiamos porque
estamos habituadas a observarlo desde fuera, con los ojos de los hombres que
conocemos, y con la mente puesta en el cuerpo como mercancía. Lo odiamos porque
estamos acostumbradas a verlo como algo que hay que vender, algo que está
alienado de nosotras y que está siempre en el mostrador. Lo odiamos porque
somos conscientes de todo lo que depende de él. De nuestra apariencia corporal
depende que podamos encontrar un trabajo mejor o peor (ya sea en casa o fuera
de ella), que podamos adquirir cierto poder social, algo de compañía para así
vencer la soledad que nos espera cuando envejezcamos y, a menudo, también
durante la juventud. Y estamos siempre temerosas de que nuestro cuerpo pueda
volverse contra nosotras, que tal vez engordemos, nos salgan arrugas, nos
hagamos viejas rápidamente y esto provoque la indiferencia de la gente, de que
perdamos nuestro derecho a la intimidad con alguien, que malogremos la
oportunidad de que nos toquen o abracen.
Deseo rebelarme - Mujeres Creando, Bolivia |
Si no tienes condón, subite el pantalón - Mujeres Creando, Bolivia |
Mamá no me lo dijo - Mujeres Creando, Bolivia |
De hecho, nos
ha llevado un montón de combates y ha sido necesario empoderarnos para empezar
a admitir que nada estaba sucediendo. ♀
Fuente:
Federici, Silvia, "Por qué la sexualidad es un trabajo (1975)", escrito originalmente como parte de la presentación de la segunda conferencia internacional de Wages for Housework que tuvo lugar en Toronto en enero de 1975. Publicado como capítulo 2 en Silvia Federici, Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, trad. Scriptorium (Carlos Fernández Guervós y Paula Martín Ponz), Ed. Traficantes de Sueños, Col. Mapas núm. 36, Madrid, 2013, ISBN 13: 978-84-96453-78-4, pp. 45-50. Disponible en: http://www.traficantes.net/libros/revolucion-en-punto-cero [Primera edición del libro en inglés: Revolution at Point Zero. Housework, Reproduction and Feminist Struggle, Nueva York, PM Press – Common Notions, 2012.] ♀
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En aymara, inglés, árabe y castellano, mujer quiere decir dignidad - Mujeres Creando, Bolivia |
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