Contra-amor. Descolonizar el
Amor y la Política de los Afectos
Norma Mogrovejo
"El día en que una mujer pueda
amar, no desde su debilidad sino desde su fuerza,
no para escapar de sí misma sino para
encontrarse, no para rebajarse sino para afirmarse,
ese día será para ella, como para los
hombres, una fuente de vida y no de peligro mortal",
Simone de Beauvoir
Introducción
En 1984 Kate Millet en una entrevista afirmaba que “El amor ha sido el opio de las mujeres, como la
religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban.
Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se
empleó para engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos”
(Falcón, 1984:1). Tres décadas después, el amor es analizado en su
dimensión política. El amor organiza jerárquicamente lo social (en sexo,
género, raza, clase, edad) por lo que se convierte en un Régimen Político
obligatorio y colonizante, usado por los Estados-Nación para el control social,
político, económico e ideológico de las mujeres. Utiliza las estrategias de la
colonización porque se vale de la falsa conciencia para que las personas asuman
como libres elecciones acciones condicionadas.
Con
base en diversos
mitos, que convierte a las personas en seres carentes y dependientes
emocionalmente, el amor organiza lo social generando una materialidad
económica, funcional al sistema capitalista sobre los cuerpos, la sexualidad,
el trabajo y la movilidad de las mujeres. Ese sistema hegemónico usa los celos
como estrategia de violencia para mantener el dominio y la obediencia, de tal
manera que impone un estado de terror: violencia física, feminicidios, trata de
mujeres y muchas formas de torturas y vejaciones para mantener el dominio
patriarcal. Primero las enamoran y luego las someten. La fórmula parece simple
pero el amor romántico hace uso de diversos dispositivos: la heterosexualidad,
la monogamia, el romanticismo, la construcción del deseo erótico y el deseo de
ser madre, se imponen de manera colonial bajo la forma
naturalizada de la familia nuclear y por tanto se convierten en obligatorias. Curiosamente el
romanticismo imprime en cada uno de los dispositivos un halo de encanto, que
hace sentir a las mujeres ser protagonistas de novela cuyo happy end es el matrimonio, el opio del que habla Millett, así el
amor se convierte en una trampa y un engaño para las mujeres.
¿Cómo
derribar este Régimen Político amoroso que tanto estrago causa a las mujeres?
Creemos que desmontando el concepto y las prácticas coloniales del amor romántico que lo hace
aparecer como libre elección pero encierra obligatoriedad. El contra-amor, es una propuesta
ética-política para generar otras formas de afectos y cuidado que descentren la
pareja y la sexualidad del amor como ámbitos nodales en la vida de las
personas.
Este
capítulo
hace un recorrido histórico de las concepciones occidentales del amor que han
servido para construir una subjetividad y emocionalidad en carencia,
dependencia y apego, calculadamente inverso a la autonomía e independencia
de las personas. Analiza el bipoder que se instala sobre los cuerpos de las
mujeres que las convierte en
dependientes esperando el amor de su vida, así como las expresiones de
resistencia contra la violencia que despliega. Hace también
referencia a la imposición colonial que supuso su instalación en el Abya Yala
desarticulando los lazos comunitarios e imponiendo el modelo occidental de
familia, funcional al capitalismo colonial moderno, que aún funciona como
modelo único y válido.
Amor
y eros en la era antigua y el cristianismo
Los mitos tienen para
Platón una función pedagógica para alcanzar y fijar conceptos de
verdad y
belleza asociados
a eros, los que han
sido abrazados por la filosofía occidental y la epistemología eurocentrada, así
nos llegan los conceptos del amor, ligados a una verdad pura, el amor verdadero.
(Huerta, 2017: 1-20). Denisse
Rougemont afirma que la
influencia del platonismo como cultura occidental nos ha conducido a la idea de
que el amor depende ante todo de la belleza física (Rougemont, 1939: 76-85) pero la concepción de la belleza que nos llega a
América como mandato colonial, es la occidental y será esa la que moldeará la
construcción del deseo.
En el Banquete (380 ane), Eros es un
personaje que refiere
al deseo de subsanar la carencia. Conocido como el mito del andrógino, el
relato de Aristófanes ha servido para “explicar” la atracción entre los sexos:
los seres humanos eran
unidades circulares, perfectas, completas, que al desear ser como dioses, Zeus los castiga partiéndolos en dos,
y desde entonces cada mitad busca su otra parte (Platón, 1875: 319-325). Eros,
o la atracción erótica, designan seres carentes, cuya complitud sólo es posible
en la
fusión,
ahora conocida
como “la
media naranja”. Este mito enseña que la carencia
del amor es vivida como soledad o imperfección y que la felicidad sólo es posible en una relación no
de autonomía, sino de amalgama.
A
inicios de la alta Edad Media bajo
la herencia romana
y germánica, el
matrimonio no era un acto individual, sino un asunto de política familiar, comprendía parientes,
viudas, jóvenes huérfanos, esclavos, sobrinos etc. Todos bajo el dominio de un
varón,
jefe del linaje. Esta familia amplia vivía bajo el mismo techo en situaciones de incesto, por lo que, la Iglesia entre
los siglos VI y IX prohibió esa asociación porque limitaba pactos económicos, apostando
por un nuevo
tipo de estructura familiar que
llegará hasta nuestros días, el 'grupo unitario corresidencial' formado por una
pareja y su descendencia directa (hijos y nietos).
La Iglesia primitiva fue una comunidad
marginal, pero
a partir de Constantino y de los emperadores carolingios, sus doctrinas se
convirtieron en patrimonio de príncipes y clases dominantes que impusieron a la
fuerza a todos los pueblos de occidente. Por lo tanto, las viejas creencias
paganas sobrevivieron en
clandestinidad y reprimidas por las nuevas leyes. Durante la Edad Media la iglesia aglutinó tierras,
convirtiéndose en un pilar fundamental para cualquier estado y sociedad. Los clérigos pasaron a ser
los consejeros espirituales y morales, siendo los únicos capaces de marcar la
diferencia entre el Bien y el Mal, tanto sobre fenómenos meteorológicos, salud, hasta los espacios
privados, relaciones familiares, de
pareja,
así como las prácticas sexuales. El
principal objetivo de las altas esferas eclesiásticas, fue acabar con las
tradiciones provenientes de los bárbaros como el concubinato, la infidelidad y el adulterio, que al no
tener instituido el matrimonio, podían (los hombres) unirse
y separarse libremente. Con
el matrimonio, la iglesia ejercía control minimalista en la organización social, dando
funciones a cada cónyuge -la privada para las
mujeres, la pública para
los hombres-. Se prohibieron
las relaciones homo-eróticas tradición proveniente del
mundo clásico, imponiéndose
la heterosexualidad, bajo amenaza de excomunión. Se organizó todo un culto entorno a la
virginidad como virtud para
las mujeres
al llegar al matrimonio. Los mayores castigos y
penitencias por adulterio fueron
impuestos a mujeres, convirtiendo al marido en el garante del cuerpo de su mujer,
aumentando así,
el control sobre la esposa. Se
despojó a la sexualidad de todo goce o disfrute, para darle una finalidad meramente reproductiva.
El
rapto y la violación eran habituales para asegurar un matrimonio, porque así, era fácil arrancar el
consentimiento de los padres, única forma de salvaguardar el honor familiar, sin importar la experiencia de las mujeres. El adulterio por parte
de una mujer era uno de los peores crímenes que se podían cometer, ya que
no sólo era una ofensa y un deshonor, sino que generaba dudas sobre la
legitimidad de la descendencia. La ley se mostraba implacable contra este
delito, el repudio inmediato de la mujer casada y su muerte por estrangulamiento,
quemada viva o sometida a la ordalía del agua (tirarla al agua con una piedra
atada al cuello). Un
marido podía repudiar a su mujer en caso de adulterio, maleficio (provocar el
aborto con alguna bebida) y violación de sepultura. Pero una mujer
no podía pedir el divorcio, porque eso significaba forzosamente que había sido
adúltera. La iglesia logra
imponer en el siglo X la monogamia y la
indisolubilidad del matrimonio; primero entre la gente llana y luego entre la
nobleza, aunque en
la práctica, la poligamia
siguió existiendo. (Molina, s/f).
El matrimonio bajo el cristianismo se convirtió en un sacramento que imponía
fidelidad, difícil de cumplir
por los paganos, quienes conversos a la fuerza, mantuvieron sus costumbres
y doctrinas
secretas. Es así como el Amor-pasión se propagó muy aprisa desde principios del
siglo XII, bajo
el
nombre de “amor
cortesano”.
La poesía europea nace de los trovadores del Siglo XII como la exaltación del amor desgraciado, insatisfecho a perpetuidad, que enaltece el amor
fuera del matrimonio, porque el matrimonio era únicamente la unión de los cuerpos (alianzas económicas),
mientras que el "Amor", Eros supremo, era la unión luminosa que suponía castidad. (Rougemont, ibídem). Los Juglares
cantan la pureza del amor imposible, al tiempo que denuncian la imposición del
matrimonio de acuerdos económicos.
Debido
al grave descenso de la población en el Siglo XV causada por enfermedades
contagiosas que fueron llevadas incluso a América, tanto la Iglesia como el Estado
entendieron la importancia del papel de las mujeres para la política poblacional
en su función reproductiva de nuevos trabajadores, por lo que introdujeron
estrictas formas de vigilancia del
embarazo y la maternidad, e instauraron la pena capital contra el infanticidio (cuando el bebé nacía
muerto, o moría durante el parto, se culpaba y ajusticiaba a la madre). Acusadas de pactos con el demonio
para ritos infanticidas, fueron enjuiciadas como brujas y quemadas vivas en
toda Europa más de 200 mil mujeres. El
control del Estado sobre el cuerpo de las mujeres, al criminalizar su capacidad
reproductiva, su sexualidad, conocimientos y habilidades en torno la reproducción (las parteras y las ancianas fueron las primeras
sospechosas), devaluó su trabajo como
actividad económica independiente y las colocó en una posición subordinada a
los hombres. Federici
afirma que este control a la reproducción de las mujeres en la Edad Media, al
que denomina “guerra contra las mujeres” se asocia con la nueva concepción que el capitalismo ha
promovido del trabajo. Los cuerpos de las mujeres son entonces vistos como máquinas para la producción de
fuerza de trabajo
y en consecuencia para la acumulación de
capital.
La caza de brujas sirvió como una pedagogía disciplinadora para las
mujeres y la población, quienes iniciaban una resistencia a las transformaciones que
acompañaron el surgimiento del capitalismo en Europa: la destrucción de la
tenencia comunal de la tierra; el empobrecimiento masivo, la inanición y la creación de un proletariado sin tierra,
empezando por las mujeres más mayores.
La Iglesia y el Estado también
buscaban con la caza de brujas quebrar el
enorme poder y respeto que ejercían estas mujeres mancillando su reputación y devaluando el rol social que tenían en la comunidad,
para transformarlas
en brujas
aborrecidas
por la población. La caza
de brujas fue una pieza clave del desarrollo histórico de las sociedades
occidentales que desembocó en el surgimiento del modo de producción capitalista en el que todavía nos
hallamos inmersos, al encargarse de asignar a las mujeres un lugar en la
reproducción del mismo (como buenas esposas y madres, imponiendo una
“maternidad forzosa”, debilitar la solidaridad de clase (enfrentando a los
proletarios entre sí, haciendo que una mitad desconfiase de la otra) y
disciplinar a una población que desconocía hasta entonces la dinámica laboral
capitalista. Es importante añadir que la caza de brujas en
los siglos XVI y XVII fue también exportada a las colonias a través de los
misioneros y conquistadores y fue un elemento imprescindible para instaurar el sistema
capitalista moderno, ya que cambió de una manera decisiva las relaciones
sociales y los fundamentos de la reproducción social, empezando por las
relaciones entre mujeres y hombres y mujeres y Estado (Federici, 2010: 253-314).
En
su libro Revolución en punto cero. Trabajo
doméstico, reproducción y luchas feministas, Federici afirma
que no existe
modo de producción capitalista sin reproducción de la fuerza de trabajo, y este
trabajo es realizado mayoritariamente por las mujeres, quienes también están siendo explotadas por el
capitalismo, como
trabajadoras con salario, y
como mujeres al asignarles un lugar en la crianza, el cuidado y el mantenimiento de
esa misma fuerza de trabajo. El
“lugar” metafórico que ocuparían las trabajadoras en el capitalismo sería el
de
trabajadoras (en la producción) y como de madres/esposas (de
reproducción). Y este lugar metafórico se correspondería con un lugar físico:
el hogar, donde las mujeres cuidarían, limpiarían y cocinarían para sus
maridos, pero también parirían, alimentarían y criarían a sus hijos,
todo bajo el argumento del amor.
Este
“trabajo doméstico no pagado” (en palabras de Federici) sería una
súper-explotación de las mujeres, de la reproducción del orden capitalista que
Marx, por ignorancia, ceguera o sesgo, no habría sido capaz de ver.
El trabajo no pagado que realizan las mujeres en el capitalismo, en palabras
correctas significa, trabajo esclavo y es sublimado por el amor. El matrimonio
cumple la función fraudulenta de mantener encerradas a las mujeres bajo la
falsa conciencia de haber sido una libre elección. Construido como la mayor
aspiración para las mujeres, la institución matrimonial les otorga prestigio y
sentimiento de complitud. Las mujeres llegan al matrimonio por amor y por amor
realizarán los trabajos domésticos de manera gratuita, fórmula perfecta para la
explotación capitalista (Federici, 2013: 153-180).
La
colonialidad del amor
Los procesos de colonización en el Abya Yala se
constituyeron como empresas económicas y financieras con el fin de someter, dominar, despojar, sustraer los bienes naturales, culturales, materiales y
simbólicos de los pueblos conquistados,
de la fuerza de trabajo gratuita de indígenas, negros esclavizados y mujeres,
la expoliación de dichos territorios y la vida de los y las personas
colonizadas para el enriquecimiento de los colonizadores, lo que dio origen al
capitalismo colonial moderno. Para Anibal Quijano la colonialidad del poder
marcó fundamentalmente la división internacional de trabajo en base al color de
la piel, lo que legitimó la calidad de humanidad para los blancos quienes
podían recibir salario y privilegios; y la explotación de indígenas y esclavos
negros a quienes se les negó su calidad de humanidad, lo que justificó su
explotación hasta la muerte (Quijano, 2014: 1-57). Esto permitió la imposición
de un pensamiento como única forma de conocimiento válida y científica, a la
que diversos autores denominan epistemología eurocentrada, que desconoció la legitimidad
de cualquier otra forma de conocimiento a la que calificaron como creencia,
superstición o folcklore (Grosfoguel, 2006: 1-30).
La acumulación capitalista que tuvo su origen en
América, como lo sostiene Federici, no hubiera sido posible sin la función
reproductora de las mujeres, pero para que esto fuera posible, afirma María
Lugones, enmendando a Quijano, la colonialidad del poder se impuso mediante los
actos de violación a las mujeres para el entendimiento heterosexual, la
imposición del género, el binarismo y la
monogamia. La violación sexual, la primera forma de apropiación territorial del
cuerpo de las mujeres fue usada como disciplinamiento no sólo de las mujeres,
sino de la comunidad en general, que además sirvió para desarticular los lazos
comunitarios (Lugones, 2010: 1-13). Segato plantea que la imposición de la
nuclearización de la familia sirvió para desarticular la vida comunitaria de
los pueblos originarios y la politicidad del mundo doméstico que no era íntimo
y ni privado, porque incidía en la vida comunitaria. La nuclearización
transformó la vida de las mujeres como sujetos minorizados, parte de la
propiedad de los hombres colonizados, con quienes los colonizadores negociaron,
para reducir la movilidad de las mujeres e imponer las reglas del género de la
colonial modernidad en favor de la acumulación capitalista (Segato, 2010:1-30).
De haber sido responsables de la organización
comunitaria, la salud, educación, alimentación, las mujeres del Abya Yala,
fueron reducidas a la privacidad de la familia nuclear como parte del
patrimonio de los hombres y la economía capitalista, necesaria para la
organización social del capitalismo colonial moderno, tal como el Estado y a
Iglesia hicieron de las mujeres en Europa. El lugar de la mujer como objeto de
explotación sexual, laboral y reproductivo bajo la vigilancia de un marido,
sirvió para que el plus valor del capitalismo permitiera acumular ingentes
cantidades de riquezas. A partir de entonces los matrimonios de conveniencia
impusieron a las mujeres el lugar de objetos domésticos y sexuales. Será a
partir del siglo XIX con la difusión de los proyectos independentistas y republicanos
del Estado-Nación, de búsqueda de libertad y de ciudadanía, que la conformación
de las familias marcará un cambio debido al surgimiento del concepto del “Amor Romántico”, ligado a la sexualidad y el
matrimonio. Sin embargo, la
ciudadanía como todo valor occidental moderno, era un bien únicamente masculino
que los convertía en sujetos, mientras que el amor reafirmaba en las mujeres su
calidad de objetos de deseo. Para Gualano, pese a todo,
el amor romántico fue
una revolución en su momento histórico, porque marcó el fin de las alianzas de
pareja basadas en acuerdos económicos. Si bien hombres
y mujeres podían elegir a quién amar y
con quién unirse en matrimonio, esta nueva asociación responderá a los
intereses de una sociedad capitalista que requiere enfatizar el individualismo que excluye otro tipo de alianzas fuertes de afecto (Gualano, 2018: 1) y centraliza
la felicidad en el consumo.
El amor se convirtió en el dispositivo
endulcorante de la violencia, que al igual que en Europa, para mantener a las
mujeres dentro del matrimonio bajo la sumisión masculina, realizando trabajo
doméstico gratuito y reproducción biológica, como el máximo ideal de su vida, daba
la ilusión de ser una libre elección. Así, la
colonialidad refiere no solo a la manera en que un poder actúa desde fuera
produciendo dominación, sino que es enseñado y
aprendido, e instalado en la subjetividad de los grupos sometidos de manera que terminan asimilándolo
y aceptándolo como válido y como propio.
El
amor es divinamente romántico
Coral Herrera
nos advierte que la cultura amorosa occidental que conocemos, es hija de la gran
ola romántica del siglo XIX. A través de la mujer idealizada los enamorados
emprendían su búsqueda hacia el conocimiento, la trascendencia, la belleza
sublime, la felicidad eterna (Herrera,
2010: 1-4). Denis de Rougemont desde el mito de Tristán e Isolda, plantea que
el amor romántico está basado en el tormento continuo y la idea de la muerte que
eleva espiritualmente. Por eso los románticos asumen el dolor y el placer,
sufren innecesariamente, subyugados por la fuerza de lo subjetivo, por el
narcisismo ególatra que les impide pensar en otra cosa que no sea su ego, y sus
sentimientos (Rougemont, ibídem). A lo que Coral Herrera denomina “masoquismo romántico” al amor
vinculado al sufrimiento, al drama, al desgarro, por aquello de “quien bien te
quiere te hará sufrir”: Cuando el modelo del amor romántico y los mitos que de
él se derivan, falla, (casi siempre), se traduce en violencia contra las
mujeres (Herrera, ibídem).
En el siglo
XX se instaura el estereotipo de la mujer buena, abnegada y entregada por
completo al amor y con el
desarrollo de la globalización y los medios de comunicación de masas, el
romanticismo se extendió por todo el planeta gracias a la industria
cinematográfica de Hollywood y sus happy end, representados a través de la boda
(el día más importante en la vida de una mujer). La expansión del romanticismo
como modelo amoroso se consolidó a partir de la Segunda Guerra Mundial con la
prensa del corazón: la literatura “rosa” y las fotonovelas que inundan el
mercado cultural y difundieron a gran escala el ideal romántico femenino, las
virtudes de la fidelidad, la virginidad, la imagen de la “mujer Cenicienta” que
espera la llegada de un hombre extraordinario que la desposará (Herrera, 2010:
1-4).
En la
actualidad, el romanticismo sigue siendo tan importante para las mujeres porque
ofrece, en forma de mitos y relatos, una especie de utopía libertaria, un ideal
de pareja igualitaria para siempre e incondicional. A pesar de que muchas
mujeres tienen independencia económica, vida social intensa y éxito en su
desarrollo profesional, todavía se sienten incompletas sin un hombre al lado. El amor romántico se ha
convertido en “el modelo” de relación amorosa que fundamenta el matrimonio monógamo y las relaciones
de pareja, como unidad
económica para
el consumo desenfrenado:
ceremonias religiosas, lunas de miel, industria inmobiliaria, la banca
hipotecaria, restaurantes, tiendas de regalos, joyerías, agencias de viajes,
floristerías, y una larguísima lista de empresas que acompañan los procesos
amorosos de las personas y se benefician económicamente (Herrera, ibídem.).
Esta dependencia de las mujeres al amor y los hombres
ha incrementado los niveles de violencia más desalmada en contra de ellas.
Coral Herrera da el nombre de “guerra mundial contra las mujeres”, a los números escalofriantes de asesinatos, violaciones desapariciones, secuestros, abusos sexuales, acoso
callejero y laboral que sufren las mujeres y las niñas de manera impune, en
América Latina, Asia, África, India y la China; la guerra más larga y
cruel de la Historia, donde sólo hay un ejército. Las matan en casa, y nadie lo
ve. Sus agresores y asesinos son maridos, novios,
pretendientes, ex novios, que dijeron amarlas. Afirma tratarse de un genocidio lento y constante, donde están implicados muchos
hombres: policías, jueces, periodistas, y todos los que colaboran con el
patriarcado para justificar la misoginia, cosificar a las mujeres, romantizar
la violencia, negar la guerra, y culpabilizar a las víctimas. Son muchos
soldados, y entre ellos no hay bajas, ni heridos, ni presos. (Herrera,
2018:1)
El amor
romántico se presenta como modelo civilizatorio único posible y se alimenta de
otros poderes con los que se transversaliza (heterosexualidad, monogamia, el deseo erótico y
maternal) que aparecen como voluntarios pero son obligatorios y
generan materialidad al capitalismo.
El amor es naturalmente heterosexual
El amor no sólo privilegia una forma de deseo frente a otras
posibles, sino una forma de entender las relaciones entre lo masculino y lo
femenino absolutamente dicotómica, naturalizada y complementarista, en ese
sentido es un orden, fundamental y obligatoriamente heterosexual. Tomando el
modelo del “Pensamiento Heterosexual” de Monique Wittig, Esteban, concibe el
amor como un régimen político cerrado. Un régimen emocional que produce Mujeres y Hombres como
tipos de personas opuestas, complementarias y jerarquizadas. Este Pensamiento Amoroso sentimentaliza a
las mujeres, que son vistas como incompletas, particulares, dependientes;
mientras que los hombres son percibidos como completos, universales e
independientes, y el amor de las mujeres es explotado por los
hombres. Así, el amor es
una trampa para las mujeres, un engaño (Esteban, 2011: 30-90).
Para Wittig la diferencia sexual o la
existencia de dos sexos como “naturalmente” complementarios, produce división
sexual del trabajo y plusvalía para el capitalismo. De esta manera,
la heterosexualización a pesar de estar en el plano ideológico, produce
materialidad y efectos en el sistema de producción y en las relaciones
sociales. La relación heterosexual queda definida entonces como la relación obligatoria social entre el
“hombre” y la “mujer”, y el pensamiento heterosexual como un saber evidente, anterior a toda
ciencia, de interpretación totalizadora de la historia, de la
realidad social, de la cultura, del lenguaje y de todos los fenómenos
subjetivos (Wittig, 2006: 45-58). En esta lógica,
Adrinne Rich afirma que la heterosexualidad no puede ser una opción libremente
elegida en una sociedad donde la heterosexualidad no sólo es obligatoria, sino
fundamentalmente compulsiva (Rich, 1996: 1-28). Visto así, una relación amorosa
entre un hombre y una mujer aparece normal, necesaria y complementaria, no
habiendo posibilidad de relación diferente, la reproducción de la misma es útil
e imperiosa. Los medios de comunicación, el arte, la cultura, incluida la
tecnología reproducen un régimen heterosexual, cuya base es el pensamiento
binario como único, universal y verdadero. Los personajes de novelas, los
héroes y los inmortales son imágenes heterosexuales, el lenguaje es
heterosexual, muchas denominaciones técnicas están pensadas y expresadas como
“hembra-macho”.
Para Anna G. Jonasdottir, el discurso amoroso permite, establecer
relaciones de explotación entre hombres y mujeres como individuos y colectivos.
Entendiendo por explotación, la apropiación de poderes o capacidades humanas,
donde los explotados no tienen una alternativa real a la situación de
explotación. De ahí que Jonasdottir defina al amor como “una capacidad humana
de actuación creativa y alienable que utiliza a la gente para actuar sobre la
propia materia humana y la del otro. El principal ejercicio de poder en la que
se efectúa esta explotación son las relaciones entre hombres y mujeres”
(Jonasdottir, 1993: 253-287).
El
Pensamiento Monógamo
El régimen patriarcal surge con la propiedad privada tanto
de la tierra como de las personas, la aparición de la esclavitud coincide con
la imposición de la monogamia como forma de garantizar la descendencia y la
herencia a hijos como parte de la propiedad. Los pueblos patriarcales y dominadores establecieron sociedades
jerarquizadas donde la propiedad privada y la autoridad era lo fundamental y se
ejercía sobre personas convertidas en esclavas y sobre las mujeres. Esta
necesidad de control y de autoridad sobre los demás ha sido el pilar sobre el
que se ha sustentado la familia durante los últimos miles de años; para lo cual
se han construido reglas y normas sociales que han justificado el encierro de
las mujeres en el hogar y su castigo ante cualquier peligro de rebeldía e
infidelidad. La monogamia como exclusividad sexual y amorosa
dentro del matrimonio, que garantiza ese poder, autoridad y propiedad para los
hombres, ha sido impuesta fundamentalmente a las mujeres. De allí que la
monogamia debe entenderse como una construcción social de control y apropiación
del trabajo y cuerpos de las mujeres como parte de la propiedad del patriarca y
los Estados-Nación.
La palabra "fidelidad"
proviene del latín fidelitas que significa "cualidad relativa a la lealtad
o la fe", traducida en obediencia. Con la llegada del medioevo, se
impusieron las relaciones feudovasalláticas, relación de dependencia y
fidelidad entre un señor, dueño de un feudo, y su vasallo. “Rendir vasallaje”
era el juramento del vasallo para acatar y prestar servicios a su señor y
estaba obligado a cumplir siempre, cuanto su señor le exigiera. El señor juraba
asistir y protegerlo y solo cumplía cuando quisiera. El cumplimiento de ese
compromiso obligatorio se denominaba fidelidad, dado el carácter asimétrico, eran
los vasallos quienes rendían fidelidad a sus señores. La fidelidad asimétrica
se convirtió en dominación, el noble se hacía amo y señor de los servicios de
su vasallo. El juramento de fidelidad se extendió a la ceremonia religiosa del
matrimonio. La mujer juraba fidelidad y obediencia, mientras el varón juraba
fidelidad y protección. Dado que el juramento de fidelidad implicaba
apropiación sobre el servicio del otro, el varón asumió la apropiación del
servicio y se convirtió en señor y la mujer en vasalla (Amat y León, 2013:
1-4).
La
cultura monógama es un sistema de poder que genera opresión social basada en un
ideal de exclusividad sexual entre dos personas y para toda la vida. No es un
modelo de relaciones afectivo-sexuales, en tanto hegemónico, es obligatorio,
aunque aparece como libre decisión individual. Por ello hace falta
conceptualizarla políticamente y sacarla de la trampa del sistema de poder,
como asunto privado (Na Pai, 2011: 1-12). Su función es constituir proyectos
económicos estables y de por vida, para reproducir y criar hijos legítimos a
quiénes transmitir el estatus social y la propiedad privada, a fin de
reproducir el orden y jerarquía de la economía, lo político y lo social. La
incertidumbre y preocupación sobre un
futuro incierto en términos económicos, propio del sistema capitalista
neoliberal cuyas alternativas están privatizadas, individualizadas o bajo la
tutela del Estado, tiene su correlato en la pareja monogámica como única protección posible frente a la
"sociedad global", basado en valores patriarcales, burgueses y
occidentales. Así la pareja monogámica (hétero u homo) se vuelve una necesidad
material, un ideal, una norma y una imposición (Mogrovejo 2014: 1).
Para
Brigitte Vasallo, la
monogamia no es una práctica, sino un marco referencial, una forma de
pensamiento. Opera en la esfera privada y en la construcción grupal, rige los
amores y las fronteras. De tal manera que la
construcción de la alteridad se basa en el miedo (el terror) a la
pérdida y el reflejo defensivo de la exclusión, un modelo que sirve tanto para
la organización social por medio de parejas, como para los nacionalismos que
prohíben el ingreso de migrantes. Nos advierte que las relaciones exclusivas no
nos protegen de la soledad, ni de la desvinculación, ni del miedo a la pérdida
o apegos, pues imponen un régimen jerárquico sobre todas las demás
posibilidades de relación que quedan minorizadas. El miedo a la pérdida no se
resuelve cerrando las fronteras para evitar la llegada de esa alteridad
amenazante, porque las fronteras jamás se sostienen por mucho tiempo. El miedo
a la pérdida se resuelve desactivando la idea de alteridad como amenaza,
refiriéndose también a los Estados-Nación (Vasallo, 2006: 1). Los celos como la
xenofobia son las marcas de los territorios expropiados, cuya práctica
es la violencia.
Por eso, romper la monogamia es, principalmente, dinamitar la idea misma de
fronteras y naciones. Las fronteras no nos protegen, crean el peligro (Vasallo,
2015: 29-48).
La construcción colonizada del deseo erótico y maternal
El deseo erótico
Para Gómez el deseo sexual es una experiencia producto de la
capacidad mental de integrar aprendizajes a través de valores, ideas, mensajes
programados desde los medios masivos de comunicación (Gómez, 1995: 1-22). El
deseo erótico mantiene una íntima relación con la sexualidad asumida
fundamentalmente como coitocéntrica y heterosexual, es parte constitutiva del
aprendizaje del amor romántico, sus orientaciones, y expresiones monogámicas, y
en consecuencia del engranaje de funcionamiento de un tipo de amor normativo,
jerárquico, clasista, racista, sexista y adultocéntrica (Ramírez, 2008: 1).
Considerar
la perspectiva de interseccionalidad propuesta por Collins, alrededor de las
categorías sociales, implica reconocer que las dinámicas se afectan unas a
otras, donde la raza impone modelos ideales de belleza desde la perspectiva
blanca y occidental, reforzados desde los medios de comunicación que mandatan
los deseos. La clase social, una forma de estratificación social que vincula
lo social y lo económico, por su función productiva en el poder adquisitivo,
genera preferencias en el campo erótico. El capital sexual o erótico, se
concibe como la calidad y cantidad de atributos (económicos) que posee un
individuo, que provoca una respuesta erótica en otro, interseccionalizado con
los otros capitales como la raza, el sistema sexo/género, la edad, etc.
(Cabrera, 2013: 13-21). El cuerpo es un objeto
metafórico que funciona como base para significados que expresan nuestra
relación con la sociedad (Sosa, 2012: s/p). Por lo tanto, el cuerpo como objeto
de deseo en una sociedad capitalista, es entendido como mercancía de consumo. A
partir de esta conceptualización, Green, propone que el mundo erótico opera
bajo formas de comportamiento social que organizan los cuerpos deseados
valorados desde parámetros interseccionalizados que jerarquizan a los sujetos
en deseables, menos deseables o indeseables (Cabrera, ibídem). Así la biopolítica es una forma específica
de gobierno para la gestión de los procesos biológicos de la población como
cuerpo máquina, útil y dócil para la integración a sistemas de controles
eficaces y económicos (Foucault, 1977: 5-80).
Los ideales de los
cuerpos, están cuidadosamente producidos por las necesidades del capitalismo y
por la colonialidad, raza, clase, género, edad, capacidades físicas, etc.,
definen las estéticas de los cuerpos “dignos” de ser deseados y amados. Tienen
un valor simbólico y real, cuerpos que importan y valen más que otros, porque
generan plusvalía en el sistema de producción capitalista. El deseo heteronormado, clasista, racista, adultocéntrico, unido a la monogamia y el amor
romántico refuerzan un modelo amoroso naturalizado y biologista, funcional a un
sistema económico, es así que el sujeto imperial toma fuerza como el ideal
príncipe azul o media naranja a buscar: blanco, joven, heterosexual, burgués e
ilustrado (Mogrovejo, 2018:
87-112).
La Construcción del deseo de ser madre
La maternidad ha sido construida socialmente como
una función biológica de las mujeres fundamentalmente dentro del matrimonio,
que las convierte en responsables del futuro de la
humanidad. Por la obligatoriedad de la reproducción, de ellas depende la
salud–enfermedad, la felicidad de sus hijos y de la sociedad. Pizano nos
advierte que el patriarcado consagra el amor y la sexualidad en la pareja
reproductiva, con lo que algunos
amores quedan legitimados y otros
desligitimados, basta ver el desprecio
social hacia los que no tienen hijos (Pizano, 1996:16-19).
La
maternidad impuesta a las mujeres como instinto y destino, define el sentido de
sus vidas, refuerza el modelo de familia tradicional o reconfigurada, la
división sexual del trabajo y la apropiación del trabajo gratuito de las
mujeres. Indispensable para la producción capitalista, la función biológica de
las mujeres es sublimada sin dejar lugar a una libre elección. El deseo
de las mujeres de tener descendencia ha sido naturalizado bajo la ideología del
“instinto”, es decir un deseo innato. Sostener el mito niega a las mujeres la posibilidad
de generar una identidad por fuera de la función materna. El instinto maternal
subordina papeles, determina los espacios para expresar lo femenino e idealiza
el deber de toda mujer de ser madre. La maternidad es una construcción social y
que no responde al dictado de la naturaleza; si el instinto maternal existiera
no sería de dominio exclusivo de las mujeres. Las mujeres, a pesar de ser
libres de decidir, están marcadas en el camino de ser madres (Donath, s/f:
1-7). El ejercicio de la libre elección está puesto en cuestión por la
socialización que se hace a las mujeres, a quienes desde que nacen se les pone
una muñeca al lado, así como juegos de la vida doméstica, marcándoles sus
gustos y preferencias. En la Historia ha habido culturas en las que era
corriente que las madres abandonasen a sus hijos, los ofrecieran como
sacrificio para los dioses o que incluso matasen a sus recién nacidos. Si
existiese el instinto, esto no sería posible. La representación contemporánea del
amor maternal instintivo responde a una ideología que pretende otorgar
legitimidad a la devoción materna para refrendar la asignación social de las
mujeres al ámbito privado (Rodríguez, ibídem).
Para
Margarita Pizano el "instinto" ha
sido ideologizado, lo que hace perder la capacidad de reflexión, elección y responsabilidad. Biologizada la reproducción, la familia queda
marcada por la incondicionalidad donde lo que nos
une son los lazos sanguíneos que se expresan
en una obligatoriedad de quererse -hermanos, padres, primos-, como un
mandato; quedando la libertad subsumida
al deber
ser, deber querer, deber sentir amor. Nuestra capacidad de sentir, de razonar, de construir
relaciones como un acto de libertad,
está atrapada por esta obligatoriedad de sentir amor (Pizano,
ibídem). El deseo de la maternidad en tales condiciones, es un deseo
alienado o colonizado, una respuesta a presiones sociales, al igual que la
heterosexualidad y la monogamia. La especialización de la mujer en la función
maternal es la causa y la finalidad de los abusos que padece en la vida social.
Primero movilizar a las mujeres hacia la maternidad, para luego inmovilizarlas
en ella más fácilmente. La maternidad tal como es vivida desde hace siglos, es
el sitio de la alienación y la esclavitud femeninas (Badinter, 2011: 165-196).
El poliamor
En respuesta a
la hipocresía y utilitarismo del amor romántico, el poliamor ha sido identificado con el
amor libre, como una decisión ética que reconoce la libertad de cada persona y,
por ende, la posibilidad de establecer más de una relación
erótica-afectiva-amorosa simultánea de manera honesta, equitativa y
comprometida en la formación de consensos con todxs lxs involucradxs para
caminos de vida en común. Implica también el respeto a la autonomía y a la
singularidad de las otras personas, así como el empoderamiento de nuestros
deseos (Mogrovejo, 2016: 61-65). Con frecuencia se
describe como "no-monogamia consensual, ética y responsable”. La palabra
se usa a veces en un sentido más amplio para referirse no sólo a relaciones
afectivas permanentes, donde no hay lugar a la exclusividad; la característica
más aceptada es su énfasis en la ética, honestidad y transparencia con todos
los involucrados.
En la práctica, las relaciones poliamorosas son
bastante diversas e individualizadas de acuerdo a sus participantes. Para
muchos, estas relaciones se construyen idealmente sobre valores como la
confianza, lealtad, la negociación de límites y la comprensión, al tiempo que
se superan los celos, la posesividad, y se rechazan las normas culturales restrictivas.
A pesar de que el poliamor ha planteado rupturas epistémicas en la forma de
concebir el amor en términos éticos y políticos, cuestionando la dominación
colonial del modelo amoroso, como la apropiación de las personas, sus cuerpos, sexualidad,
emociones, trabajo y reproducción; cuestionando los mitos que han encerrado a
las mujeres en el mundo de lo doméstico-privado como si se tratara de una
elección ansiada y deseada; la monogamia como pacto político que reproduce y da
consistencia económica y social a la lógica capitalista; el deber ser que
encarna el poder y el dominio del Estado, los partido políticos y el
matrimonio. A pesar de lo planteado, en la práctica las formas de
funcionamiento poliamorosas, no han logrado romper los marcos de la familia
monogámica duradera y estable. Los conceptos como polifidelidad, relaciones
primarias y secundarias, relaciones conexas ponderadas, mono-poliamorosas o
mono-polifidelidad, etc., que describen acuerdos de asociación, han generado
relaciones normativas, jerárquicas y con ejercicio de poder. Las diversas
denominaciones a las varianzas relacionales dan cuenta de valores conservadores
como apegos, fidelidad (en su concepción original de obediencia), estabilidad y
permanencia. De tal manera que algunos grupos poliamorosos han solicitado a sus
Estados-Nación la legalización de matrimonios poliamorosos, lo que pervierte el
sentido de la libertad y la autonomía, poniendo al Estado y la familia como
instituciones tutelares de las personas, emociones, afectos, sexualidad,
derechos de asociación y ejercicio de la libertad. Son los casos de Colombia
(Corona-Almaraz, 2017: 1), donde la legalidad fue otorgada bajo la figura de “régimen de patrimonio
especial de trieja”, y Canadá (Acepensa, 2010: 1) que fue solicitada como
“matrimonio en grupo”, causando confusión legal con la figura patriarcal de la
poligamia. Para los Estados a pesar del conservadurismo que en sí mismo
representan, es mejor otorgar legalidad a matrimonios de más de dos personas
porque es mejor tenerlos dentro del sistema pagando impuestos y formando
familias para el control y dominio.
Otra de las grandes críticas que se hace al
poliamor es que el concepto del amor sigue siendo central en las vidas de los
involucrados y determina las asociaciones, de tal manera que mantiene en muchos
sentidos los valores hegemónicos del amor romántico.
Contra-amor y otras formas de quererse son posibles
El contra-amor es un concepto
político que se contrapone al amor romántico que ha marcado las relaciones
afectivas con el sello de la exclusividad, de la propiedad, del control, que
incluso funcionan en relaciones poliamorosas. Para deconstruir el amor
romántico se puede o no tener alguna relación amorosa de compromiso. Pero la
deconstrucción tiene múltiples entradas. Lxs contra-amorosxs son críticos al
concepto del amor establecido y aprendido. De hecho algunas personas plantean
evitar el concepto amor, marian pessah ha denominado a este tipo de relación,
ruptura de la monogamia obligatoria RMO o Anarquía amorosa (Mogrovejo, 2016:
57-60).
El
contra-amor replantea los pactos de las asociaciones emocionales descentrando
los conceptos de pareja, amor y sexualidad, así como el supuesto que amor es
igual a pareja, pareja a sexualidad o amor a sexualidad y que amor es el centro
de la vida de las personas, e invita aventurarse a construir relaciones
horizontales, igualitarias y libertarias. Implica la reconfiguración del sujeto
autónomo, cuya felicidad y bienestar afectivo no depende del amor de un/a
otro/a; replantea el lugar del amor y los afectos en la vida de las personas.
El ejercicio de la libertad supone asumir el amor como un laboratorio de
experimentación cuyos acuerdos y pactos pueden modificarse y transformarse
permanentemente, de tal manera que los conceptos de verdad, estabilidad y
certeza están en cuestión. No existe un amor verdadero y otros falsos. La
búsqueda de estabilidad y certeza, conceptos de interés económico y
patrimonial, nos ha entrampado en relaciones de dependencia, condena y
frustración, por lo que el ejercicio de la libertad deberá buscar nuevos marcos
de referencia por medio de la experimentación, teniendo en cuenta que toda
normatividad es construida por lo tanto sujeta a replanteamientos. Bajo el
supuesto de la verdad, la monogamia y el amor romántico, reclaman para sí
universalidad. Para romper
con el régimen de la “verdad monogámica”, se requiere asumir el carácter
contingente y singular de los vínculos hasta la incertidumbre, los amores no
son superiores, ni siquiera más exitosos (Tribasacce, 2016: 27-32). La búsqueda de seguridad, permanencia y
patrimonio, crean ataduras y esclaviza.
El
laboratorio cuestiona la validez de las recetas, las normas o fórmulas
universales, cada relación es única, diversa y cuenta con características
particulares, por lo que necesita sus propios acuerdos. Sin embargo, la
necesidad de una ética del cuidado se hace presente fundamentalmente en los
ámbitos de la salud sexual y emocional, así como en las formas de comunicación.
Aunque los acuerdos pueden modificarse según las necesidades. La ética del
cuidado refiere la consideración y validación de los procesos, subjetividad,
sentimientos, tiempos, condiciones materiales y las que las socias consideren
para los acuerdos. Sin embargo, no son eternos, ni de sangre. Lejos del
control, deben apostar al crecimiento mutuo, si promueve el control, filtra la
presencia del Estado que normativiza y privatiza, ¿cómo sacar al Estado de la
cama y de las relaciones amorosas y construir relaciones más libres y
experimentales? Debemos ser conscientes que los apegos producto de la
emocionalidad y la sexualidad, provienen de los únicos modelos de relación heterosexuales,
monogámicos, raciales, clasistas y misóginos que el Estado difunde para organizar
lo social y lo político, por lo tanto, hay que politizar los conflictos,
sacarlos del ámbito de lo íntimo y personal.
Los
celos, han sido utilizados como dispositivos de control para la privatización
del cuerpo, la sexualidad y los sentimientos de las personas, mediante el
ejercicio de la violencia, funcionan como el brazo armado del patriarcado. Si
bien los sentimientos y todas las emociones tienen una parte física y otra de
interpretación, podemos racionalizar y cambiar las formas de interpretación que
el cerebro aprendió para emitir serotonina en determinadas circunstancias, y
que producen dolor corporal. Si el desamor duele, podemos renombrar los celos
como placer. El placer de que mi compañera sea deseada por otra, el placer de
sumar en vez de restar, el placer de romper los mandatos. Es importante
reconocer el dolor y hacerse cargo. Mis celos no son responsabilidad de la
otra. Es una carencia de interpretación y de entendimiento mío y es necesario
resolverlo. Cuesta trabajo reconocer las trampas del ego y el sentimiento de
abandono que produce no ser el centro
del universo de la otra. Los celos no expresan abandono, expresan
poder y propiedad.
La búsqueda de la complitud alimentada por el amor romántico, desvaloriza las
capacidades de autonomía e independencia del sujeto, el amor no resuelve las
carencias. Los ejercicios de desapego alientan a la satisfacción autónoma de la
emocionalidad, para ello es importante vivir
consigo misma. Una relación implica un posicionamiento de un modo
fortalecido, porque la(s) socias no resuelve(n) expectativas o carencias. ¿Qué
comunicar? Contar todo, rompe la individuación y puede dar herramientas para el
control minimalista, puede alimentar el ejercicio de poder, o una relación de
sumisión y dominación. Sin embargo es sano nutritivo y retroalimentador hablar,
mejora la relación. La experiencia nos dice que es importante comunicar los
ámbitos relevantes al compromiso, como una nueva relación que se convierte
significativa, la forma cómo una u otras relaciones nos alimentan, etc. Los
acuerdos de cómo llevar la(s) relación(es) o qué comunicar, son flexibles
(Mogrovejo, 2016: 13-26).
Si bien el
cuerpo de las mujeres ha sido uno de los primeros territorios que el Estado ha
intentado privatizar, para acrecentar el plus valor de la economía capitalista,
la soberanía de nuestro cuerpo es un desafío a la lógica de acumulación y en
consecuencia una apuesta a la reapropiación de los bienes comunales. Federici
nos recuerda que el cuerpo debe ser nuestro, ni del estado, ni del mercado.
Existe un interés internacional para impedir que las mujeres puedan decidir. El
cuerpo de las mujeres es la gran barrera que el capital no ha sido capaz de
superar. La privatización del cuerpo y sexualidad de las mujeres ha permitido
su control individualizado (Federici, 2013: 190-196). De esta manera, la
experimentación pública y colectiva del placer sexual, dentro de marcos de la
ética y el cuidado, representan rupturas y reposicionamientos a las políticas
de control y expoliación de los cuerpos de las mujeres.
La
construcción del deseo colectivo pone de manifiesto la reconfiguración de una
praxis comunitaria. En un momento
histórico donde la economía
global se ha propuesto eliminar la importancia de los bienes comunes, no únicamente sobre la propiedad de la
tierra, también de experiencias solidarias que refuerzan lazos colectivos, para
imponer lógicas privatizadoras de la organización social y la economía política. La comunalidad aparece una y otra vez
como un reclamo y utopía, en la crítica a las diversas formas de propiedad
privada. Como impugnación a la dimensión individualista occidental, es un
desafío recuperar las prácticas colectivas o comunalistas de nuestros pueblos
originarios como marcos referenciales de desprivatizar el cuerpo y la
sexualidad.
En esta
tarea de reapropiación de nuestros cuerpos, emociones y decisiones, retomo para
terminar a Ema
Goldman: “¿Amor libre? ¿Acaso el amor puede ser otra cosa más que libre?”
(Goldman, 1911: 233-245).
Conclusiones
El amor es pues un régimen obligatorio, con una
función sustancial para la economía capitalista y neoliberal porque organiza lo
social, el trabajo y la reproducción de manera disciplinaria. Atraviesa la
vida de las personas como una necesidad imperiosa que da la idea de felicidad y
en su carencia, sentimientos de desgracia, infelicidad, e ineptitud en la vida,
del cual parece no ser posible escapar. El Estado y la Iglesia han hegemonizado
el campo de las subjetividades y los afectos con intereses patrimoniales y de
dominio, reglamentando el deber ser y en consecuencia una metaética interesada.
La verdad, la belleza y la perfección han sido valores hegemónicos que
dominaron el derecho al amor.
La Iglesia reemplaza la familia colectiva y solidaria
por la pareja con
descendencia directa, pretende acabar con el concubinato, la infidelidad, el
adulterio porque encuentra en el matrimonio el control minimalista de hombres y
mujeres, su trabajo y sexualidad, permisiva para hombres y violenta y
explotadora para mujeres.
El amor-pasión o “amor cortesano” del siglo XII
aparece como una resistencia a la imposición cristiana, los Juglares cantan la
pureza del amor imposible, al tiempo que denuncian la imposición del matrimonio
de acuerdos económicos.
Del siglo XV al XVIII se mantuvo una violenta guerra
en contra de las mujeres, acusadas y quemadas vivas como brujas, en busca de su
disciplinamiento y la del pueblo para garantizar la gratuidad de su trabajo
reproductivo, que eleva el plus valor de la economía capitalista colonial
moderna. Más de 200 mil mujeres sufrieron feminicidio. Estrategia que fue
trasladada al Abya Yala con los mismos fines económicos además de
heterosexualizar y engenerizar a la población rompiendo los lazos comunitarios
e imponiendo la nuclearización de la familia.
Los proyectos de Estado-Nación y ciudadanía,
alimentaron el “Amor-Romántico” como modelo civilizatorio, único posible, que
usa la estrategia colonial de libertad de elección, como falsa consciencia para
mantener a las mujeres en situación de esclavitud, encerradas en el matrimonio
realizando trabajo gratuito para el capitalismo, sublimado como amor. La
globalización con la industria cinematográfica y editorial contribuyó a
difundir a nivel mundial el modelo amoroso romántico y el papel de dependencia
de las mujeres en él. Al tiempo que alimenta la dependencia de las mujeres al
matrimonio, ejerce niveles extremos de violencia feminicida, como
disciplinamiento patriarcal.
El amor romántico se sostiene de otros modelos
coloniales como la heterosexualidad, la monogamia, el deseo erótico y el deseo
de ser madre porque siendo obligatorios, aparecen como libre decisión, producen
materialidad para el capitalismo mediante el encierro de las mujeres realizando
trabajo doméstico, imponiendo ideales del modelo imperial, para beneficio
mercantil, y usando la estrategia violenta de los celos como pedagogía del
horror para disciplinar a las mujeres y la población.
Un nuevo movimiento de resistencia aparece en
respuesta a la hipocresía y utilitarismo del amor romántico, el poliamor que
aparece como una decisión ética y libre de mantener más de una relación amorosa
de manera consensada. El amor que produce ejercicio de poder y jerarquías no
logra desarticularse y pronto es fagocitado adhiriéndose al control del Estado
mediante matrimonios.
Nuevamente una propuesta libertaria y civilizatoria
aparece, el contra-amor, que pretende descentrar el lugar del amor en la vida
de las personas y construir proyectos afectivos, sexuales o no de manera
comunitaria, desprivatizando los afectos, el cuerpo y la sexualidad, rescatando
la autonomía y desarticulando las redes de interés económico, capitalista e
imperial en la sujeción amorosa.
Bibliografía
Aceprensa [2010], En Canadá piden
legalizar los matrimonios de grupo, <https://www.aceprensa.com/articles/en-canada-piden-legalizar-los-matrimonios-de-grupo
>, 13 de octubre de 2018.
Amat
y León, Ho [2013], Monogamia y fidelidad, < http://cartasdesdeurano.blogspot.com/2013/01/monogamia-y-fidelidad.html>, 10 de octubre de 2018.
Badinter,
Elizabeth [1981], ¿Existe el amor maternal?, <http://
//kolectivoporoto.cl/wp-content/uploads/2015/11/Badinter-Elizabeth-Existe-el-amor-maternal.-Historia-de-la-maternidad-siglo-XII-al-XX.pdf>
, 12 de marzo de 2018.
Bosch,
Fiol, Esperanza [2013], “Del amor romántico a la violencia de género. Para una
coeducación emocional en la agenda educativa”. Profesorado. Revista de
currículum y formación del profesorado, 17(1 ): 1-18, enero- abril.
Cabrera,
Juan [2013], La construcción social del deseo erótico en espacios de
sociabilidad y ocio homosexual en Cali. Estudio de caso en dos bares, < http://bibliotecadigital.univalle.edu.co/bitstream/10893/5659/1/0461896-p.pdf
>, 12 de marzo de 2018.
Collins, Patricia Hill, La
intersección de las opresiones, <
http://www.diporets.org/articulos/Patricia%20Hill%20Collins-intersecciones%20II%20_1_%20_1_%20_1_.pdf >,
14 de junio 2018.
Corona-Almaraz,
Laura [2017], Matrimonio poliamoroso
se hizo posible por primera vez en Colombia, <https://news.culturacolectiva.com/noticias/matrimonio-de-tres-hombres-en-colombia > , 4 de junio 2018.
Donath, Orna, Madres arrepentidas,
< http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/madres_arrepentidas.pdf
>, 14 de junio 2018.
Esteban,
Mari Luz [2011], Crítica del
pensamiento amoroso, España, Ediciones Bellaterra.
Falcón, Lidia [1984], Katy Millet.
El amor ha sido el opio de las mujeres,
< https://elpais.com/diario/1984/05/21/sociedad/453938405_850215.html
>, 14 de junio 2018.
Federici,
Silvia [2013], Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y
luchas feministas, España, Traficantes de sueños, < https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Revolucion%20en%20punto%20cero-TdS.pdf>, 12
de julio de 2018.
Federici, Silvia [2010], Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y
acumulación primitiva, España, Traficantes
de sueños 2010, <https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Caliban%20y%20la%20bruja-TdS.pdf>, 12
de julio de 2018.
Foucault, M. [1977], Historia de la
Sexualidad I, España, Siglo Veintiuno Editores.
Goldman, Emma [1911], Anarchism and other essays,
New York and London, Mother Earth Publishing Association, 233-245pp.
Gómez
Zapiain, Javier
[1995], El deseo sexual y sus trastornos: aproximación
conceptual y etiológica, < https://sexologiaenredessociales.files.wordpress.com/2013/08/a1-4-gomez.pdf> , 14 de agosto 2018.
Gualano, Clara [2018], Reflexiones feministas sobre el amor
romántico, <https://www.clarin.com/entremujeres/pareja/reflexiones-feministas-amor-romantico_0_By27vtStf.html >, 15 de agosto 2018.
Grosfoguel, Ramon [2006], La descolonización de la
economía política y los estudios postcoloniales: Transmodernidad, pensamiento
fronterizo y colonialidad global, en: Tabula Rasa. Bogotá - Colombia,
No.4: 17-48, enero-junio de 2006. <http://www.ram-wan.net/restrepo/decolonial/15-grosfoguel-la%20descolonizacion.pdf >, 15 de agosto 2018.
Herrera,
Coral [2010], El romanticismo patriarcal, <https://haikita.blogspot.com/2010/03/el-romanticismo-patriarcal.html
>, 15 de agosto 2018.
Herrera, Coral [2018], “Reflexiones sobre la guerra
mundial contra las mujeres” en: <https://haikita.blogspot.com/2018/10/reflexiones-sobre-la-guerra-mundial.html>, Accedido
el 13 de octubre 2018.
Jónasdottir,
Anna G [1993], El poder del amor, ¿Le
importa el sexo a la Democracia?,
España, Ediciones Cátedra.
Lugones, Maria [2010], Hacia un feminismo decolonial. Disponible en:
Hypatia, vol 25, No. 4. <https://glefas.org/download/biblioteca/estudios-descoloniales/Lugones.-Hacia-un-feminismo-decolonial.pdf>, 15 de agosto 2018.
Molina Reguilón, Ana [s/f] Amor y sexualidad en la edad media, en: <https://www.arteguias.com/amoredadmedia.htm>, 15 de agosto 2018.
Mogrovejo, Norma [2014], Madres lesbianas, familias resignificadas.
Poco sexo, más clase y mucha raza, <http://normamogrovejo.blogspot.com/2014/09/madres-lesbianas-familias.html>,
15 de agosto 2018.
Mogrovejo,
Norma [2018], Del Sexilio al Matrimonio. Ciudadanía sexual en la era del
consumo neoliberal, Bilbao,
editorial DDT.
Mogrovejo, Norma [2016], Contra-amor,
poliamor, relaciones abiertas y sexo casual. Reflexiones de lesbianas del Abya
Yala, Colombia, ediciones Desde Abajo.
Mogrovejo, Norma, [2016], Contra-amor, poliamor,
relaciones abiertas y sexo casual. Reflexiones de lesbianas del Abya Yala, Colombia, ediciones Desde Abajo, 27-32
pp.
Na, Pai [2011], Fundamentando las
bases de una lucha anticapitalista contra la cultura monógama, <https://difonlaidea.files.wordpress.com/2011/09/fundamentando-las-bases.pdf>, 15 de agosto 2018.
Pizano, Margarita [1996], Un cierto desparpajo, Chile,
Ediciones Número Crítico, < http://www.mpisano.cl/psn/wp-content/uploads/2012/03/desparpa1.pdf
>, 14 de julio 2018.
Quijano, Anibal
[2014], Colonialidad del poder, eurocentrismo y
América Latina, en: Cuestiones
y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la
colonialidad/descolonialidad del poder. Buenos Aires: CLACSO, <http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140507042402/eje3-8.pdf>,
14 de julio 2018.
Ramírez,
María [2008], El deseo erótico <https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2008-02-26/el-deseo-erotico_522636/
>, 14 de julio 2018.
Rich,
Adrianne [1996], “Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana”, DUODA
Revista d'Estudis Feministes (10),< http://www.mpisano.cl/psn/wp-content/uploads/2014/08/Heterosexualidad-obligatoria-y-existencia-lesbiana-Adrienne-Rich-1980.pdf
>, 14 de julio 2018.
Rodríguez
Burbano, Andrea [2018], El instinto
materno, ¿existe o es una construcción social? <https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/702/51/el-instinto-materno-existe-o-es-una-construccion-social> , 14
de julio 2018.
Segato, Laura Rita [2010], Género y
colonialidad: en busca de claves de lectura y de un vocabulario estratégico
descolonial, en: La Cuestión Descolonial. Lima:
Universidad Ricardo Palma - Cátedra América Latina y la Colonialidad del Poder,
http://nigs.paginas.ufsc.br/files/2012/09/genero_y_colonialidad_en_busca_de_claves_de_lectura_y_de_un_vocabulario_estrategico_descolonial__ritasegato.pdf
Sosa-Sánchez, Itzel, Erviti, Joaquina,
y Menkes, Catherine [2012],
“Haciendo cuerpos, haciendo género. Un estudio con jóvenes en Cuernavaca”. La
ventana, 4(35) < http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-94362012000100010>, 15 de agosto 2018.
Wittig, Monique [2006], El
pensamiento Heterosexual, España,
Egales, < http://www.caladona.org/grups/uploads/2014/02/monique-wittig-el-pensamiento-heterosexual.pdf>, 12 de agosto 2018.
Vasallo,
Brigitte (2006). “Abrir amores, ¿cerrar fronteras?”. Píkara Magazine, 14 de
febrero. [URL: http://www.pikaramagazine.com/2016/02/abrir-amores-cerrar-fronteras/
Accedido el 15 de agosto 2018]
Vasallo, Brigitte [2015], Amores, redes afectivas y revoluciones,
Oaxaca, Pensaré Cartonera, 28-48 pp.
No hay comentarios:
Publicar un comentario