viernes, 13 de diciembre de 2019

EL AMOR Y DESAMOR EN LA ORGANIZACIÓN LÉSBICA


EL AMOR Y DESAMOR EN LA ORGANIZACIÓN LÉSBICA[1]


Norma Mogrovejo
Abril, 2006

La existencia lésbica latinoamericana es aún marginal y clandestina. El movimiento Lésbico ha contribuido significativamente a que dicha existencia sea asumida y reivindicada con orgullo y desde una dimensión política de resistencia. Sin embargo los espacios exclusivamente lésbicos han sido y siguen siendo muy reducidos. Antes de la aparición del movimiento, la existencia lésbica estaba limitada básicamente a los espacios privados. Los espacios públicos donde solían frecuentar algunas lesbianas eran primordialmente masculinos, a veces gays, a veces mixtos pero subterráneos, estigmatizados por el alcohol y la prostitución.
Entonces ¿dónde se encontraban las lesbianas?, ¿dónde se conocían?, ¿dónde ligaban? Algunos testimonios dan cuenta que en tanto los espacios para encontrar parejas eran sumamente reducidos, la soledad y el aislamiento eran problemas intensamente álgidos, de ahí que encontrar una pareja era casi una lotería que había que cuidar para mantenerla aún cuando la pasión y el amor se agotara, así, aunque ésta deviniera en una relación violenta, era mejor estar acompañada a vivir el aislamiento. Los testimonios también dan cuenta que la forma de relación estaba marcada por los únicos referentes de relación de pareja heterosexual, la división de roles butch-fem y en consecuencia una división “sexual” del trabajo, es decir, una relación desigual y jerárquica, uno de los testimonios manifiesta:
Para mí fue muy emocionante saber que existía ese bar, empecé a ir y allí conocí a mi primera novia, pero me di cuenta que era muy la onda de los roles establecidos y ya se creía hombre y yo tenía que hacer de mujer.[2]
Los bares o clubes exclusivamente lésbicos son espacios que aparecen a finales del siglo pasado y con muchas dificultades, las lesbianas no constituimos un sector económicamente rentable como para garantizar un antro exclusivamente lésbico, así, se abrían algunos y muy pronto cerraban o los dueños hacían alguna concesión otorgando un día a la semana pero nunca eran exclusivos y duraban muy poco.
Tanto el movimiento feminista como el lésbico con su crítica a la familia patriarcal revolucionó las formas de relación de pareja. Liberar el sentimiento afectivo y reforzar el orgullo lésbico trajo la posibilidad de asumir el amor como una elección y no como un destino, ello hizo más fácil romper una relación no satisfactoria y tener la posibilidad de elegir otra. El activismo trajo también nuevos espacios de encuentro y muchas lesbianas se acercaron a la militancia más que por el interés político, con la expectativa de encontrar pareja o al menos un referente social.
No sé como me vi totalmente metida en Lambda[3], en la primera junta eran 3 mujeres y como 40 hombres, tampoco era muy atractivo ir a ver a 3 mujeres que aparte 2 eran pareja, no había de dónde escoger. Porque también es cierto que vas porque te sientes atraída por las mujeres y empezaba a decir ¡que haya más mujeres, porqué 40 hombres!, y todos tan parlanchines, tan jotas, no nos dejaban ser, nos arrebataban la palabra.
Las chavas se quejaban mucho de porqué no les gustaba estar con los hombres, esto creó problemas, entonces dijeron vamos a hacer nuestras fiestas de hombres, se platicó que no, porque los hombres tienen muchos espacios, los bares, cantinas, las mujeres no, y hacíamos fiestas mixtas o fiestas de mujeres y que quedara claro aunque nos envidiaran. Yo me centré mucho en los jueves de mujeres cuando ya teníamos el local. Tratábamos de hacer numeritos, pero a las chavas no les interesaba el numerito hablado, las chavas iban a tomarse una cerveza o a platicar o a ligar, entonces más bien era un numerito musical o algo atractivo que jalara. A las chavas de plano mucho no les interesaba, entonces los jueves culturales realmente no tenían mucho de cultural, mejor hubiéramos dicho jueves de bar y es que hace falta espacios.[4]



Para las activistas, los espacios sociales si bien al principio eran punto a favor, pronto resultó problemático porque en cuanto conseguían pareja desaparecían de los espacios políticos y volvían a la dinámica del encierro doméstico. La frustración era doble, no era sólo que se perdía activistas en términos numéricos, resultaba que el espacio público servía para retornar al encierro privado.
Estaba muy deprimida porque me había dejado Nancy, una amiga me invitó a las reuniones de OIKABETH, fui entusiasmada porque no sabía dónde conocer otras lesbianas, empecé a asistir, éramos como ocho, luego a las fiestas llegaban como cincuenta, ahí conocí a Dulce, era nueva como yo, como no sabíamos mucho de política pues… nos identificamos y nos hicimos novias, al principio fue padre porque nos esforzábamos por hacer las cosas de la militancia, creíamos que íbamos a hacer la revolución, que íbamos a cambiar el mundo. Teníamos que pasar unas pruebas para ser parte del grupo, ahora lo pienso y era una payasada, pero entonces nos la creíamos. Luego ya nos cansamos, nos fuimos a vivir juntas y pues había que trabajar, dejamos el grupo.[5]

El hecho que el espacio político se convirtiera también en un espacio social, trajo grandes satisfacciones para el activismo, así, el inicio de nuevos romances en el contexto del compromiso político dinamizó la organización lésbica. El grupo entero se transformaba.
            A decir del sociólogo italiano Alberto Alberoni, el enamoramiento es el “estado naciente” de un movimiento colectivo de dos.[6] De la misma manera que en un movimiento social, el sujeto se entrega enteramente a los fines comunes[7], dos personas enamoradas luchan hombro con hombro por un proyecto común. Alberoni encuentra en el estado naciente del enamoramiento las mismas características del estado naciente de los movimientos. El encuentro de dos personas, reconociéndose en su ideología y sus valores, da lugar a un enamoramiento que se encauza en el movimiento. Las dos personas enamoradas sienten que son el núcleo mínimo de un movimiento mayor[8]. Si el estado naciente surge en el contexto de un movimiento, se potencia tanto la relación amorosa como la actividad del movimiento. El amor en estos procesos impulsa el deseo y la creencia de la transformación del mundo. Dos activistas nos dicen:

"Conocí a Araceli en una marcha del Primero de mayo, iba con pañoletita, ¡iba vestida de mujer!, luego fue a una junta para la Sexta marcha homosexual, y desde entonces ya se quedó en el movimiento; ella estuvo a punto de casarse, era heterosexual, gracias a que tuvo contacto con el movimiento lésbico pudo salvarse. Nos hicimos amantes, empezamos con Seminario[9], nos reuníamos en mi sindicato, fue bonito, llegamos a ser como doce chavas,  hablamos mucho sobre medicina alternativa, hacíamos deporte, a prepararnos como guerreras. Araceli y yo salíamos a las cinco de la mañana a correr, otra vez la perspectiva holística, éramos vegetarianas las dos, hacíamos Kun Fu, empezamos a guardar cascos de mineros para las marchas, chacos, usábamos agua fría para calar el cuerpo".[10]

Fui a la tercera marcha, no entendía de grupos y cuando oí consignas más jaladoras para mi manera de ser, me pegué a ese contingente por eso coincidí con el de María. Nos dio una cita a varias para dar seguimiento a las enseñanzas de don Juan y el mito de Lesbos,  me interesaba unir esas cosas. Empecé a andar con ella y organizar el Movimiento de mujeres socialistas, ¡yo estaba tan enamorada, casi a primera vista, una mujer tan líder!, yo estaba interesada en trabajar con el movimiento obrero y María me dijo que no me preocupara que me pusiera a estudiar a Lenin, dejé la escuela, ya había salido de varias escuelas y decidí ser autodidacta, me puse a estudiar Lenin, marxismo, la revolución china, para ver cómo podíamos organizar el comité de la revolución, las guerrillas y empecé a participar con las costureras. Nos hicimos pareja, fue una pareja en un contexto de mucha libertad, no era lo que precisamente yo quería pero era lo que era la moda y lo que me tocaba vivir, yo no podía decir siquiera que era mi pareja, porque ella era polígama por decreto porque la moda no era amor, muchos cuestionamientos muy fuertes que me hicieron mucho daño, me lastimó mucho esa falta de compromiso pero también aprendí mucho. Ella tenía ese derecho pero creo que no andaba con otra, andábamos las dos juntas de un lado para otro, yo no andaba con otra, a veces vivíamos en su cuarto de azotea, a veces en la mía, empezó poco antes del terremoto y me tocó el temblor en pleno movimiento de las costureras, empezamos a organizar a las costureras.[11]


            Así, la fuerza de los grupos lésbicos en gran medida ha estado sostenida por parejas, sea que encontraron la pareja al interior del grupo o sea que ingresaron en pareja. En la búsqueda de la revolución, de la transformación, la trasgresión a la norma, la relación lésbica era un lei motiv de la acción social, la apuesta de que una revolución cambiaría la lesbofobia opresiva.
Éramos 9, tres parejas y 3 solas, fuimos muy constantes dos años, hicimos talleres de anorgasmia, básicamente a mujeres heterosexuales y fue lo que más me gustó, no sé si se daban cuenta que éramos lesbianas, no lo manejábamos abiertamente, pero no teníamos reparo en lo que hacíamos, hablábamos con mucha libertad de la sexualidad y creo que tuvimos impacto con las mujeres con las que trabajamos, solamente dimos un taller para lesbianas, además hicimos un audiovisual muy lindo, lo presentamos en la Semana Cultural, “Todo lo que Ud quiso saber sobre lesbianismo y nunca sabrá” y “Técnicas sexuales entre mujeres'”, están gruesos, en el último todas participamos para su creación, compartimos mucho con la gente, fue un trabajo muy profesional.[12]

Un elemento importante en la constitución de los grupos lésbicos fue la personalidad de sus líderes y el atractivo físico que muchas veces las convertía en figuras sumamente seductoras.[13] Estas líderes se convirtieron en íconos, referentes importantes en el contexto político y que al mismo tiempo, garantizaban adherentes. Pese a lo superficial que podría parecer la construcción de un liderazgo con esas características, el discurso es un valor que en si mismo marcó una ruptura, ya que en algunos casos estuvo marcado por la radicalidad propia de los años 70s y 80s, y en otros, por un discurso denominado alternativo, esotérico y espiritualista.
María tenía muchas seguidoras por dos aspectos. Realmente sus discursos eran interesantes y muchas personas creíamos en las cosas que ella postulaba, era muy radical. Creo que debemos ser algo radicales para que la gente jale hacia este lado, aunque luego se queden en el camino. Si bien algunas se quedaban era al menos con la autoconciencia o la conciencia colectiva. El otro aspecto era su atractivo físico; por más que María recalcaba que a OIKABETH no se iba a ligar, muchas llegaban a las reuniones del grupo, con la expresa intención de ligársela. Ella se dejaba querer un poco.[14]

Fui una vez al Chopo y escuché a Virginia, había escuchado algo del feminismo pero no estaba conectada con nadie, me invitó a Cuarto Creciente y me enganché en la biblioteca. Virginia habló de Cuarto Creciente, de las mujeres y su relación con la luna debido a los líquidos, y los astros, sobre un evento que iba a haber en Cuarto por muertos, eso fue lo que me atrajo, además, Virginia era una mujer muy atractiva, muchas estaban enamoradas de ella y ella supo manejarlo. [15]

El liderazgo si bien fue cuestionado en el ámbito del feminismo autónomo porque repercute en jerarquías, centralización de información y por tanto de poder, fue un valor apreciado en las dinámicas del amor, aunque en algunos casos fue una exigencia no siempre posible de cumplir.
Empezó a tronar la relación con María, ella me pedía mucho que yo fuera una líder del movimiento y yo me di cuenta que no era una líder a ese estilo. Entonces empezó a andar con Araceli, ella venía de la guillotina, que eran anárquicos, luchadores y unían lo gay con lo político.  A nivel individual entendí que no era mi lugar, sentía que no podía dar mucho a nivel organizativo, no creía realmente en esa revolución, ahora creo en la revolución espiritual, mi alma no comulgaba totalmente y hubo un momento que me votó la energía y me fui a estudiar teatro. ¡Claro!, estuve en duelo total, eso pesó en mi alejamiento del grupo, pero si hubiera habido en mí un lugar claro en el movimiento, hubiera creído en mi misión, mi misión no estaba ahí, sumado a la ruptura con María, me alejé totalmente del movimiento. Luego empecé a andar con Leticia, era sindicalista y me gustaban las luchadoras sociales fue cuando formamos el grupo de madres.[16]

El liderazgo sustentado en la seducción ha sido también un elemento que ha marcado las dinámicas grupales, así muchas decisiones al interior del grupo estuvieron basadas más que en la racionalidad, en la fuerza de la atracción sexual de las líderes, ligado a ello como lo manifiesta Bety, en un sector donde la falta de afecto y la marginalidad tienen un lugar importante, la práctica política, aun cuando estuviera en espacios críticos como el feminismo, estuvieron marcados por los estilos corporativistas de la política tradicional mexicana.
La seducción era como decir “yo te seduzco para que después votes por mí o me apoyes en esto”, aunque mi pareja y yo lo hablábamos y poníamos un alto en esa parte, sí llegaban chavas nuevas en el proceso del Encuentro, 'Yo soy muy maternal contigo te valoro, te doy mi mirada, te abrazo, entonces por supuesto que tu vas a votar por mi' era cabrón ese rollo de la fuerza sexual, dentro del ambiente lésbico. Habemos muchas mujeres necesitadas de afecto como en todos lados, pero en la marginalidad se agudiza más y si te dan tantito cariñito, caes redondita si no tienes trabajo adentro.[17]

De la misma manera que el enamoramiento intensifica la acción del grupo, la ruptura de parejas líderes produce un quiebre en el mismo, y como consecuencia la toma de posiciones de sus adherentes con una u otra. Así, uno de los más sentidos conflictos en Lambda estuvo centrado en la ruptura de una de las parejas que fueron fundadoras del grupo.

El Comité Feminista tuvo una severa fractura cuando Rubi empezó a andar con Carmen y se separó de Canela, porque la gente empezó a tomar partido. Canela  fue una persona muy querida en el grupo, era una líder, era brillante, audaz y asumía públicamente el rollo lésbico, cosa que no mucha gente lo hacía. Cuando Canela se fue de viaje a Copenhague para un Encuentro en 80, Carmen se instaló en casa de Rubi, entonces el grupo satanizó mucho esa relación. Tanto Rubi, Canela, como Carmen, estaban en el Comité de Trabajo Feminista, obviamente fue allí donde se sintieron las consecuencias. Tanto Carmen como Rubi tuvieron una actitud de retraimiento, todo el mundo empezó a decir 'qué pasa con el Comité Feminista, ya no hay trabajo, ya no pasa nada’. Después Canela  se alejó mucho del grupo porque andaba muy mal, resintió la pérdida y se metió a trabajar como loca, tenía tres trabajos como para no pensar. Esa fue una fractura porque la gente tomó posición.[18]

            Así, cada ruptura de una pareja de líderes, causaba una merma importante, cuando no la división o desaparición del grupo. Aunque en algunos casos los quiebres aparentaban posiciones ideológicas, en realidad éstos respondían a rupturas emocionales.

Araceli empezó a tener acercamiento con los troskistas, entonces rompimos, ella se salió del grupo y luego formó Zinya, nosotras continuamos con Seminario.[19]


            En el caso de Madres lesbianas, la ruptura de una de las parejas, trajo consigo la desaparición del grupo. Luego de haber sido un grupo abierto y numeroso donde entraban y salían sus adherentes, el grupo se reconformó con un núcleo de dos parejas, dos de ellas madres y las otras dos parejas de éstas.
Hicimos una fuerza de 4 mujeres y no permitimos que entrara nueva gente, nos hacía falta pero teníamos muchísimo miedo de volvernos a desmembrar, había pasado en dos etapas anteriores cuando éramos muchas, pensábamos que éramos fuertes, es que sí lográbamos trabajar en armonía, compaginar más, estar más de acuerdo 4 que 10. La gente lo que más buscaba era hablar. Cuando se dieron cuenta que nosotras no solucionábamos nada se retiraban. El objetivo no era solucionar los problemas, era compartir nuestras experiencias, juntarnos a hablar, que hicieran catarsis, apoyarnos, porque puedes encontrar alguna respuesta a lo mejor en lo que escuchas.
No éramos ni tan fuertes ni tan sólidas, amé mucho mi grupo pero que frágil estábamos. Llegó una chica de veinte años, madre, con un niñito de tres años, se coló en mi relación. Mi relación seguramente estuvo muy descuidada, creo que ninguna de las dos puso mucha atención y mi compañera se involucró, ahí me di cuenta que soy una vieja, hasta que le puse atención ya no había qué hacer, fue la única que se coló en este cuarteto pero no para trabajar sino porque ya había puesto la mira en mi pareja. Me empecé a dar cuenta y para mí fue fatal, fatal, pero buenísimo a la vez. Yo tenía mucho tiempo de vivir en su casa, yo la sentía mi casa. Yo me vengo abajo, me tengo que salir de casa de Tania y sin trabajo porque me estaba cambiando al negocio de Tania y entonces tenía casa y trabajo por Tania. Lloré, pero dije “es momento de retirarse” mi segundo divorcio pero ya no estaba tan desamparada, tenía amigas, me fui a casa de una amiga y pusimos departamento entre amigas. Ese divorcio sí lo sentí mucho. El grupo se acabó, les decía “Fabiana y Paty, sigan Uds., yo no puedo”, Tania se separó estaba muy ocupada y se dedicó a vivir su tórrido amor, tenía razón, no era madre. Todo cambió, el local era de Tania, todo era de Tania. Yo no me di cuenta de nada, hasta que salí, era otra dependencia. Fabiana y Paty dijeron vamos a esperar que te repongas, pero soy muy lenta para reponerme, para levantarme, ahora me costó más. Me sentía muy sola. Pero fue darme cuenta que no había resuelto cosas, me olvidé de fortalecerme, de trabajar conmigo misma, de no ser dependiente.[20]

Si bien el movimiento lésbico tiene en sí un cuestionamiento a la normatividad impuesta por la heterosexualidad obligatoria,  uno de los pilares del patriarcado, aún no ha sido capaz de cuestionar  la monogamia obligatoria, otro de los pilares de la sociedad patriarcal. Los marcos de referencia de una relación amorosa están muy ligados a los heterosexuales, relaciones de posesión, propiedad, celos, fidelidad condicionada, violencia. No hemos sido capaces de cuestionar ni escapar a esos valores que refuerzan nuestra propia opresión. Los testimonios dan cuenta de prácticas que intentan romper relaciones tradicionales de pareja, sin embargo, carentes de una reflexión teórica y política al respecto, estos han devenido en censuras morales, crisis y rupturas.
Me empecé a sentir incómoda con mi pareja y compañeras de trabajo porque empezó a aparecer la competencia, la envidia entre las compañeras, era a ver quién es la más chingona aquí, quién manda. Empezó la conexión con grupos de Europa y apareció el rollo del poder, la seducción, el alcohol. En las fiestas fue grueso porque fue una desinhibición total porque a todas nos salía el instinto y nadie sabía manejarlo y era terrible. Decidí apartarme de todo ese mundo, de las fiestas, yo sufría en las fiestas porque mi pareja y yo estábamos ligando con otras y era un desmadre. Rompí con mi pareja, huyendo de mi misma, de una parte de mi misma, no es que no me gustara el amor a las mujeres, sino esta trasgresión de todo, “te quito a tu pareja cuando quiero, beso a cualquiera cuando quiero, cuando se me da la gana me acuesto con quien quiero, cuando se me da la gana me emborracho, me pongo marihuana, me acuesto con tres mujeres, lo que quiera” nada más me faltó dar trancazos.[21]

            En algunos casos, la trasgresión a la monogamia fue motivo de juicios políticos que si bien fueron parte del crecimiento de los grupos en el cuestionamiento de conceptos, mostraban férreos conceptos morales tradicionales.
Una vez me hicieron un juicio porque mi forma de relacionarme con las chavas no estaba dentro de las normas cuadradas, moralistas, del grupo. Porque tenía pareja abierta, porque vivía en la poligamia, y una de las personas que más me agredió fue María, porque según ella, yo tenía una conducta machista... Me destrozaron, fue un juicio muy grueso, muy cabrón. Sí, me afectó, me hizo pensar que a lo mejor ellas tendrían razón y que yo estaba mal, pero fue más fuerte mi propio criterio al respecto; yo no he obligado a nadie y se han dado las circunstancias para tener las relaciones; y también que no me podían marcar normas de conducta, justamente porque nosotras estamos transgrediendo normas de conducta social y por eso somos criticadas y no se me puede hacer juicio por lo mismo. La única forma de responderles fue sentarme a escribir un documento, con bases, con un planteamiento más teórico, más fundamentado, con argumentos que me iban a dar credibilidad. Lo empecé a manejar a partir de la propiedad privada, que la mujer no era una propiedad privada y que ellas estaban considerando a la mujer como objeto; estaban diciendo que yo las había usado. Ellas no les estaban dando la categoría de sujetos, ni pensantes, ni con derecho a decidir. Y la que se puso a reflexionar sobre este documento, fue precisamente María. A partir de entonces, por lo menos se rompió el mito que teníamos que ser monógamas como requisito. Así, María, cambió un poco su carácter y aceptaba apapachos. Se abrió un poco más.[22]
            Las rupturas en las relaciones de pareja han afectado no sólo la dinámica interna de los grupos, en muchas ocasiones han trascendido en la dinámica propia del movimiento, así, en tanto algunas líderes luego de una ruptura salieron de la organización e iniciaron otra, la rivalidad entre estas ha sido manifiesta, como se dijo antes, muchas veces expresada como cuestiones ideológicas.
            En una reafirmación de que lo privado es político, el amor y el desamor son partes constitutivas de las dinámicas políticas de cualquier movimiento -realmente pude entenderlo hasta que mis propias relaciones amorosas fueron parte de dinámicas colectivas-; la generación de diferencias insalvables, inquisitivas, a veces insanas, también han sido parte de esta dinámica. Y aunque la autonomía fue un bien deseado, tal vez con desesperación, la aparición de nuevas líderes, ponía en riesgo la hegemonía de las históricas quienes hicieron lo posible para mantenerla. El poder de las viejas líderes iniciaba también y contradictoriamente un espacio de institucionalización del poder, la gerontocracia, ejercicio permanentemente recusado por las nuevas generaciones.
            Liz Highleyman, teórica de los estudios queer, afirma que “quienes sostienen las políticas de identidad a veces tienen dificultades para ver las cosas desde una perspectiva que no se base en la identidad”, esto es, por ejemplo, perder el sentido “del otro” y ubicar enemigos más que en el afuera, en el adentro. “Los movimientos basados en la identidad han abandonado, con demasiada frecuencia, una agenda que apunte al cambio social amplio en pro de reformas que benefician a miembros de su grupo particular”[23]. La necesidad de pertenencia enfatiza las diferencias insalvables del “otro” como base para construir una identidad propia.
Si bien las dinámicas amorosas han sido parte constitutiva de las formas organizativas en el movimiento lésbico, el amor, no ha sido aún un tema central en la discusión política. Actualmente empezamos a trabajar la violencia doméstica al interior de las parejas lésbicas que también es una realidad, pero el marco de discusión sigue siendo “la pareja” como una única forma de relación amorosa y en ese contexto, es cierto que hay un trabajo de autoestima y reflexión sobre los celos, pero no hemos logrado aún, un profundo cuestionamiento del significado que los celos tienen en la apropiación y cosificación de las personas y la violencia que ello implica, como una estrategia del régimen heteropatriarcal para el control del cuerpo, la movilidad y el pensamiento de las mujeres.
La lesbo y homofobia empiezan a ser entendidas desde no hace mucho como el brazo armado de una sociedad obligatoriamente heterosexista, pero poco hemos considerado a los celos y su consecuente violencia como el brazo armado de una sociedad obligatoriamente monogámica, es decir del patriarcado. Hemos sido educadas para la posesividad y el apego, conforme a la ideología del amor romántico, que considera a los celos como un valor, una “prueba de amor” que puede “justificar” la violencia doméstica. Pero al mirarlos de frente, se puede descubrir el miedo humano a la pérdida y al abandono.
El poliamor, nos ha replanteado las formas de relación amorosa, desestructurando mitos como que las personas que se aman y son buena pareja “no tienen ojos” para otras personas, o la creencia de que no se puede amar a más de una persona al mismo tiempo, el mundo está lleno de amor para todos porque es ilimitado y genera siempre más, y ponen la ética de la generosidad por encima de la propiedad privada planteando el reto de sumar en vez de restar. Probablemente muchas de las rupturas en la organización lésbica hubieran tenido otro desenlace si los cuestionamientos al apego, la posesividad y sentimientos de propiedad privada sobre la pareja hubieran sido más consistentes, pero el hubiera no existe y es quizá el momento de empezar a trabajar al respecto y que esta historia, sirva para mirar adelante.
BIBLIOGRAFIA
Alberoni, A.  Enamoramiento y Amor, Gedisa, México 1989.

Derek McCullough y Hall, David. El Polyamor, Lo que es y lo que no es. Electronic Journal of Human Sexuality, Volume 6, Feb. 27, 2003, www.ejhs.org

Highleyman, Liz. “Identidad, ideas y estrategias”, en: Bisexual Politics. Theories, Queries & Visions. Editado por Naomi Tucker. New York: The Haworth Press, 1995. Traducción Alejandra Sardá. Buenos Aires.
Mogrovejo, Norma. Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos feminista y homosexual en América Latina. Plaza y Valdez México,  2000.
Mogrovejo, Norma. Lestimonios. Voces de mujeres lesbianas, 1950-2000, Plaza y Valdez, México 20001.



[1] Ensayo presentado al Coloquio “Todo sobre el amor lésbico”. Toulouse, 14-17 de abril de 2006. Las entrevistas aquí presentadas son parte del libro Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos feminista y homosexual en América Latina. Algunos de los nombres han sido cambiados a solicitud de las actoras.
[2] Marcia, entrevista 13 de marzo de 1995, grupo Lambda.
[3] Lambda fue un grupo mixto con una importante participación lésbica-feminista de 1978 a 1984.
[4] Marcia, Ibidem.
[5] Yolanda, 20 de octubre 1994, grupo OIKABETH.
[6] Es claro que Alberoni solo dimensionaba a la pareja como única posibilidad amorosa.
[7]Alberoni, A.  Enamoramiento y Amor, Gedisa, México 1989.
[8]Ibidem.
[9] Seminario Marxista Leninista de Lesbianas Feministas (SMLLF)
[10]Entrevista con una líder del SMLLF, 9 de febrero de 1995.
[11] Sara, 10 de octubre de 1995, grupo SMLLF.
[12] Bety, entrevista 26 de enero de 1996, grupo Mujeres Urgidas de un Lesbianismo Auténtico (MULAS).
[13] Es importante mencionar que para la época, la crítica a los estereotipos coloniales de belleza no eran parte de los análisis, así, la mayoría de estos íconos de liderazgos estuvieron tamizados por la raza y la clase social.
[14] Luz María, 3 de diciembre de 1994, grupo Lesbos, OIKABETH y Fortaleza de la Luna.
[15] Reyna, 8 de diciembre de 1995, grupo Cuarto Creciente.
[16] Sara, ibidem.
[17] Bety, ibidem.
[18]Entrevista con Malena. 16 de noviembre de 1994, grupo Lambda.
[19] Entrevista con una líder del SMLLF, 9 de febrero de 1995.
[20] Chachi, entrevista 10 de noviembre, 1995.
[21] Ruth, ibidem.
[22] Luz María, ibidem.
[23]Highleyman, Liz. “Identidad, ideas y estrategias”, en: Bisexual Politics. Theories, Queries & Visions. Editado por Naomi Tucker. New York: The Haworth Press, 1995. Traducción Alejandra Sardá. Buenos Aires.

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